Desempolvando viejos héroes
En tiempos en que Hollywood atraviesa una clara crisis de ideas, uno de los filones que viene explotando con mayores réditos es el universo del comic. La fuente de argumentos más fructífera de los últimos años quizá haya sido la editorial Marvel Comics: si en la década del noventa existieron ocho adaptaciones cinematográficas de superhéroes de la Marvel, esa cifra ascendió a 17 en lo que va del nuevo milenio, y se espera una quincena más para antes del 2011. La calidad de las obras ha sido cambiante, existiendo apenas un puñado de películas rescatables, contra una importante cantidad de pastiches intragables. Hasta el momento la más sobresaliente ha sido Spiderman 2 (sólo comparable a Batman Begins, adaptada de DC Comics), pero también fueron decentes las primeras entregas de X-Men y Blade. En este nivel de entretenimientos dignos y disfrutables cabría inscribir a Iron man.
La película cuenta la historia de Tony Stark, un detestable inventor mujeriego y multimillonario que es secuestrado por mercenarios y forzado a crear para ellos armas de destrucción masiva. Durante su cautiverio, se las ingenia para construir una poderosa armadura para combatir a sus captores y escapar. De vuelta en Estados Unidos, caerá en la cuenta de que aplicar su vida a la creación de armas fue una elección moralmente desatinada, y dotado de una nueva armadura comenzará su vida como superhéroe. Si en el comic original de los años sesenta (la primera de sus versiones) los secuestradores eran comunistas vietnamitas, hoy parecen ser afganos -por su apariencia física podrían pasar perfectamente por una facción de Al-qaeda- aunque se toma la precaución de mostrarlos como a un grupo cosmopolita, (alguno de ellos habla húngaro, por ejemplo).
Como en la mayoría de las últimas superproducciones hollywoodenses, las muertes ocurren siempre fuera de campo, puede verse un poquito de sangre en los heridos pero nunca en los muertos, las explosiones son meros fuegos artificiales y no parecen hacer daño, y de vez en cuando aparece una bandera estadounidense del tamaño de la pantalla. Los soldados norteamericanos son mostrados como sujetos macanudos y risueños, y el hecho de que las armas de destrucción masiva puedan llegar a malas manos se presenta como algo terrible, pero no caben dudas de que están bien utilizadas cuando las esgrime el gobierno de Estados Unidos.
Pero bien es cierto que estos aspectos son poco evitables en el cine mainstream actual, y lo importante es que la película funciona muy bien como entretenimiento. Robert Downey Jr aporta personalidad al superhéroe y la dirección de Jon Favreau (Elf: el duende, Zathura) es hábil, logrando notables secuencias de acción y escenas en las que se integra al espectador en una labor específica y en un objetivo determinado, como en el segundo proceso de construcción de la armadura, donde un par de inteligencias artificiales que ofician de “mayordomos” aportan dosis de seducción y fantasía en partes iguales. El cine muchas veces es esparcimiento, y Iron man cumple con creces su cometido.
La película cuenta la historia de Tony Stark, un detestable inventor mujeriego y multimillonario que es secuestrado por mercenarios y forzado a crear para ellos armas de destrucción masiva. Durante su cautiverio, se las ingenia para construir una poderosa armadura para combatir a sus captores y escapar. De vuelta en Estados Unidos, caerá en la cuenta de que aplicar su vida a la creación de armas fue una elección moralmente desatinada, y dotado de una nueva armadura comenzará su vida como superhéroe. Si en el comic original de los años sesenta (la primera de sus versiones) los secuestradores eran comunistas vietnamitas, hoy parecen ser afganos -por su apariencia física podrían pasar perfectamente por una facción de Al-qaeda- aunque se toma la precaución de mostrarlos como a un grupo cosmopolita, (alguno de ellos habla húngaro, por ejemplo).
Como en la mayoría de las últimas superproducciones hollywoodenses, las muertes ocurren siempre fuera de campo, puede verse un poquito de sangre en los heridos pero nunca en los muertos, las explosiones son meros fuegos artificiales y no parecen hacer daño, y de vez en cuando aparece una bandera estadounidense del tamaño de la pantalla. Los soldados norteamericanos son mostrados como sujetos macanudos y risueños, y el hecho de que las armas de destrucción masiva puedan llegar a malas manos se presenta como algo terrible, pero no caben dudas de que están bien utilizadas cuando las esgrime el gobierno de Estados Unidos.
Pero bien es cierto que estos aspectos son poco evitables en el cine mainstream actual, y lo importante es que la película funciona muy bien como entretenimiento. Robert Downey Jr aporta personalidad al superhéroe y la dirección de Jon Favreau (Elf: el duende, Zathura) es hábil, logrando notables secuencias de acción y escenas en las que se integra al espectador en una labor específica y en un objetivo determinado, como en el segundo proceso de construcción de la armadura, donde un par de inteligencias artificiales que ofician de “mayordomos” aportan dosis de seducción y fantasía en partes iguales. El cine muchas veces es esparcimiento, y Iron man cumple con creces su cometido.
Publicado en Brecha 5/5/2008
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