Paula Markovitch es argentina y pasó su infancia en San Clemente del Tuyú, un pueblo costero de la Provincia de Buenos Aires. Radicada en México, escribió varios libros y guiones, (entre otros los de las películas Temporada de patos y Lake Tahoe, ambas dirigidas por Fernando Eimbcke). Luego de llevarse varios premios internacionales, entre los que se cuentan los osos de plata a dirección artísitica y fotografía en el Festival de Berlín, vino a Punta del Este a presentar El premio, su debut como directora. Allí expone a la dictadura militar argentina desde su pueblo, desde la mirada de una niña, desde una institución escolar que reproduce los vicios dictatoriales, premia la incondicionalidad y castiga la indisciplina.
-¿Cuánto tiempo te llevó la escritura del guión de El premio?
La historia está basada en recuerdos de mi infancia. Pero algo muy curioso y particular es que yo escribía de niña; escribo desde que tengo 8 años. Curiosamente, ahora que volví a San Clemente me encontré con compañeros de la escuela que me dijeron que cuando tenía esa edad les había dicho que quería hacer un libro sobre la escuela. Es algo que me pasó de niña pero yo ya lo veía como artista desde esa edad, o sea que es un proyecto que tiene 30 años. Otra cosa curiosa es que las ganas de escribir esta historia resurgieron a lo largo de toda mi vida. No solo estuvo el recuerdo siempre presente, sino que como proyecto artístico estaba en mi alma. La escritura en sí misma la hice en tres meses. Es decir, cuando me decidí a concretar esto, ya estaba todo dentro, armado. La respuesta a tu pregunta sería: treinta años, o tres meses.
-¿Y qué grado de autobiografía creés que haya en la película?
Es muy difícil de responder, en el sentido de que muchas veces los mismos recuerdos son ficticios. Y más los recuerdos de infancia. Yo te puedo decir cosas precisas que sí sucedieron parecido y cosas que no. Personajes que están completamente creados y personajes que existieron. Mi opinión es que un dramaturgo siempre trabaja con sus recuerdos, entonces podemos decir que cualquier obra es un poquito autobiográfica, y cualquier autobiografía es ficticia. Pero en definitiva, en este caso podemos decir que esta historia está basada en un recuerdo bastante literal.
-Y además habría un grado de improvisación dentro del mismo rodaje.
Mucho. Pero la improvisación no fue en el argumento. Me han preguntado, por el estilo de la película, si tiene momentos documentales. No. Todo lo que filmábamos estaba escrito. Pero sobre todo en el trabajo con los niños sí llegábamos a esos momentos en que había mucho juego, mucha improvisación.
-Hay episodios en la película que parecen elementos autobiográficos muy vívidos y concretos, como el entierro de libros en la playa. ¿Los viviste personalmente?
Mis padres enterraban libros, como tantos intelectuales. Había que esconder libros, porque en ese momento la dictadura perseguía a los intelectuales, o mejor dicho, a los "inteligentes".
-¿Tus papás militaban en algún lado?
Mi padre estaba bastante cercano al PRT en esa época, pero mis padres eran artistas, gente pacífica, no andaban armados. Mi papá tenía convicciones socialistas muy radicales y su manera de colaborar con los movimientos de izquierda era, en ese momento, esconder gente. El ocultamiento de libros ocurrió muchas veces en mi vida. También los allanamientos. Varias veces los militares allanaron mi casa, eso era algo recurrente. Y también estos "concursos" escolares, de obras alabando al ejército. Muchas de estas cosas eran parte de la vida habitual.
- ¿Y los argumentos de la maestra a favor de la delación?
Sí, el fascismo que yo recuerdo no es algo que solamente pueda verse en los torturadores. Es una crueldad muy visible que atraviesa todo. Cuando hay fascismo el alma se contamina, yo recuerdo que en ese momento se promovía la delación, los valores del fascismo, el delatar a los compañeros. La tortura como método en las cárceles tenían su ejemplo en la escuela. Claro, a los niños no se los torturaba con picana, pero se los torturaba. Nos hacían caminar en el patio en días de mucho frío con el objetivo de que delatáramos a nuestros compañeros. Las prácticas fascistas eran implementadas en la escuela.
¿Pero qué elementos de subversión podían encontrar en niños?
No había nada de subversivo en ellos, pero se atacaban las formas de pensar. Creo que el fascismo no puso la mente solo contra la izquierda. Es una forma de concebir el mundo y en estos países tenemos que preocuparnos por ver cuánto fascismo ha quedado en nuestras almas y qué tanto fascismo hay en nosotros. Porque el fascismo es una posición humana de culpabilizar a las víctimas y de no aceptación de la diferencia, de intolerancia. Es probable que esas prácticas marciales sigan hoy en día en algunos colegios de Argentina. El fascismo no fue solamente contra la izquierda.
-Dijiste en alguna ocasión que la represión de argentinos contra argentinos fue una especie de "gol en contra" y que la dictadura dejó marcas fuertes en la idiosincrasia argentina. ¿En qué sentido lo pensás?
Siento que los países que hemos vivido un fascismo tenemos que revisar mucho nuestra alma. Hay una visión extendida en la argentina por la que el castigo es siempre merecido. Cuando alguien sufre una injusticia, en lugar de solidarizarnos, muchas veces decimos "a lo mejor hizo algo". Esa forma de pensar es fascista; está impregnada en nuestros corazones y creo que es muy perjudicial para nuestra sociedad.
-...o que los que viven desgraciadamente están así porque lo merecen.
Es la mentalidad fascista. Una manera de pensar que justifica la explotación, la manipulación, el cinismo de unas personas hacia otras. Hay dos maneras de pensar: una que "así es la vida" como si la vida diera una única posibilidad, y otra que "las víctimas se lo merecen". Son dos maneras de pensar que impregnan toda nuestra cotidianeidad, están en la manera de cortar pan, en la manera de educar a nuestros niños. Quizá no sea sólo una herencia del fascismo político que hubo en Argentina. Argentina y Uruguay han heredado los fascismos de principios de siglo.
-"El premio" del título es un reconocimiento del ejército a los alumnos de las escuelas, ¿Qué es lo que se premiaba y reconocía durante la dictadura?
Cualquier tontería. La alabanza al gobierno militar. Los niños escribían "qué lindos son los soldaditos" y los premiaban.
-¿Pero serían sinceros?
Yo creo que sí, que lo creían, lamentablemente. Y lo más triste es que algunos lo siguen creyendo. En Argentina hay una gran parte de la sociedad que, escarbando un poco, piensa que no estuvo tan mal la dictadura. Y que piensan "a mí no me hicieron nada porque soy bueno".
-En Uruguay también: hay quienes dicen "en la dictadura había orden, no me molestaban, no había gente pidiendo en la calle..."
Tengo una anécdota que me sucedió en Uruguay: Una vez acompañé a una amiga, Diana Cardozo, a hacer su documental 7 instantes, sobre los tupas. Ella quiso filmar lo que había sido "la cárcel del pueblo", el último de los bastiones tupamaros, pero en ese momento no conseguimos el permiso para entrar. Entonces ella decidió entrevistar a los vecinos del lugar. Entrevistamos a una chica que tenía un taller mecánico al lado de lo que había sido la cárcel del pueblo, y entonces esta señora empezó a decir que ella había estado, y que se acordaba del día que treinta años antes había caído la cárcel del pueblo. Y empezó a decir que ella estaba muy enojada porque los militares, al llegar, creyeron que ella, por ser vecina, estaba involucrada. Entonces se llevaron a su marido y lo torturaron, y el marido quedó muy mal. Por este motivo la mujer estaba muy enojada, pero ¿con quién estaba enojada? ¿Con quién crees tú?
-Con los tupas.
Exacto. En vez de estar furiosa con quienes lo habían torturado, en vez de enojarse con quienes les estaban haciendo daño, ella se enojó con los tupamaros. Según su concepción, por sólo existir habían justificado la tortura. Esa manera de pensar para mí ilustra perfectamente el fascismo. En vez de identificarse ella con las víctimas y de decir "qué terrible lo que les hicieron a esos muchachos" se los culpabiliza.
-Volviendo a la película. La niña sabe que tiene que cubrir las mentiras de sus padres, pero no sabe muy bien cómo ni por qué. ¿Te pasó eso?
Si. Tu entiendes que te pueden matar. Creo que los niños tienen una percepción muy clara de lo que es la vida y la muerte y en una situación de peligro los niños entienden que lo que está en riesgo es todo. No es lo mismo un papá que le dice a su hija "no digas esto porque sino te pongo en penitencia" o "no lo digas porque te saco la muñeca". Es: "no digas esto porque nos matan a todos". Y aunque el padre no sea así de claro, tú como niño también lo entiendes perfectamente. Porque hay algo en juego que es todo mi mundo conocido.
-Quizá en la niña surja un sentimiento de paranoia pero también un extraño desamparo, de no saber exactamente en qué creer. ¿Cómo se configura la personalidad en un entorno en el que existe tanta incertidumbre?
Depende de cada persona, supongo. Me gusta mucho la palabra que utilizás: "desamparo" porque es tal cual lo que yo sentía. El entorno en el que viví, esos inviernos parecían una ilustración ambiental de lo que yo sentía en el alma. Y eso es lo que intenté hacer en la película.
-Tu película dialoga involuntariamente con La mirada invisible, de Diego Lerman, que también mostraba la dictadura desde un lugar atípico: la institución educativa y la manera en que todo indicio de creatividad era amputado. ¿Cómo sobreviven las inquietudes artísticas en un entorno así?
Es muy interesante tu pregunta porque de eso precisamente se trata el siguiente proyecto que estoy trabajando. Es sobre la creatividad y sobre cómo ésta nunca puede ser amputada del todo. Es la esperanza, la luz. En las peores situaciones, la humanidad siempre hizo arte. En las guerras más cruentas...
Mi próxima película es la vida de un pintor que nunca pudo exponer sus cuadros por motivos políticos. Durante la dictadura estuvo escondido. Y cuando la dictadura se terminó ya estaba muy viejo. Y hay un dato no menor, se habla muy poco de la marginalidad económica, que también lleva a que el arte no esté presente. A mí me pasa que trabajé con los niños de San Clemente y son grandes artistas, y el talento que tienen es apabullante. Siempre pienso cuántos artistas no pueden desarrollar nunca su obra. Cuántos genios que son sometidos a toda una vida de explotación sin poder dearrollar su talento real. El arte está en todas partes, si tú riegas un poquito salen flores. El impulso artístico es tan fuerte que con un pequeño estímulo, con un taller, de repente ves florecer.
Mis padres fueron los dos pintores, y yo conservo toda su obra. Y de eso se trata: ellos fueron marginales, nunca expusieron sus obras en vida, pero dieron clases y pintaron. Mi teoría es que la resistencia artística es la más poderosa que hay. Por suerte, yo creo que el fascismo pierde.
-Quizá ahí esté tu respuesta a la pregunta que te hacía antes. Tenías muchas incertidumbres pero también cosas de las que aferrarte: un legado muy importante de amor al arte, inquietudes heredadas. Pasando a otro tema: como decías, el factor climático es fundamental en esta película, con atmósferas muy bien logradas ¿en dónde pusiste el énfasis?
Yo recuerdo mucho el viento. Paradójicamente, ese clima tan desgarrador describe bien el estado espiritual que yo vivía, y también la sensación de que no hay recuerdo. Hay una escena de la película en que el mar entra en la casa de la protagonista. Y yo recuerdo al mar entrando en mi casa, varias veces. Para mí ese recuerdo es, metafóricamente, la sensación de estar abierto, de no tener recuerdo. Algo así como si la identidad no estuviera resguardada. No hay un individuo protegido sino un individuo que está siendo atravesado por el contexto.
-Y de hecho, como el mar, los milicos se pueden meter en tu casa, sin aviso...
Pero además en tu alma, que es mucho peor.
Publicado en Brecha el 18/3/2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario