La película Akira es un anime del año 1988 que se centraba en un adolescente que comenzaba a desarrollar, paulatina y de forma temible, poderes psíquicos paranormales. Pero los problemas surgían ya que conforme aumentaban sus capacidades también comenzaban a exacerbarse sus miedos y frustraciones, y el chico empezaba a dar grandes muestras de inestabilidad. Finalmente llegaba al punto de creerse un dios, logrando su propia autodestrucción. Básicamente, es la misma anécdota de esta película.
Es que desde Hollywood viene echándose mano a las buenas ideas de oriente para cimentar grandes éxitos, recibiendo ovaciones por anécdotas ajenas que no fueron demasiado difundidas antes. Así Los infiltrados de Scorsese es una copia exacta de la hongkonesa Infernal affairs, para Zodíaco David Fincher se llevó la brillante idea original de la surcoreana Memories of murder, y El cisne negro de Darren Aronofsky retomó la historia de la japonesa Perfect Blue. Salvando el primero de los casos, no hubo referencias en los créditos a las fuentes de "inspiración". Tampoco hay referencias a Akira en esta película, pero al menos el joven director Josh Trank, de 27 años, admite en entrevistas que aquel filme lo impactó mucho y que aquí se dispuso a homenajearlo.
Poder sin límites tiene algún defecto en el guión: el protagonista es acosado no por uno sino por varios grupos de jóvenes abusivos, además de que es golpeado por su padre borracho, sobrecargándose de forma un tanto inverosimil su desgraciada vida. La cantidad de daños no es tan importante como la calidad de los daños a la hora de justificar un perfil resentido. Por otra parte, se echa en falta un poco de ingenio en las líneas de guión, en su mayoría un griterío adolescente que llega a aturdir un poco.
Por fuera de estos detalles, lo demás está perfecto. La cámara al hombro de tipo documental (el protagonista filma constantemente) aterriza la anécdota, volviendo especialmente vívido el descubrimiento y el desarrollo de los superpoderes. Con recursos limitados, el director hace un uso brillante de la tecnología digital CGI para generar vistosos efectos especiales, hay atmósferas increíblemente logradas -las escenas de vuelo, el enfrentamiento final- y un par de sorprendentes escenas que dan muestras de una privilegiada inventiva visual -obsérvese la conversación en el cementerio, con la cámara alzándose por encima de los personajes, en una toma inesperadamente poética, o el abrupto y explosivo corte durante la escena del protagonista hospitalizado junto a su padre-.
Está claro que seguiremos oyendo del director Josh Trank por muchísimo tiempo más. Son realmente valiosos su aporte creativo, sus ideas para generar una historia de superhéroes (o en todo caso, de superantihéroes) y su voluntad para llevar al audiovisual hacia nuevas formas. El cine de género respira y se renueva gracias a esta clase de talentosos cineastas.
Publicado en Brecha el 9/3/2012
Es que desde Hollywood viene echándose mano a las buenas ideas de oriente para cimentar grandes éxitos, recibiendo ovaciones por anécdotas ajenas que no fueron demasiado difundidas antes. Así Los infiltrados de Scorsese es una copia exacta de la hongkonesa Infernal affairs, para Zodíaco David Fincher se llevó la brillante idea original de la surcoreana Memories of murder, y El cisne negro de Darren Aronofsky retomó la historia de la japonesa Perfect Blue. Salvando el primero de los casos, no hubo referencias en los créditos a las fuentes de "inspiración". Tampoco hay referencias a Akira en esta película, pero al menos el joven director Josh Trank, de 27 años, admite en entrevistas que aquel filme lo impactó mucho y que aquí se dispuso a homenajearlo.
Poder sin límites tiene algún defecto en el guión: el protagonista es acosado no por uno sino por varios grupos de jóvenes abusivos, además de que es golpeado por su padre borracho, sobrecargándose de forma un tanto inverosimil su desgraciada vida. La cantidad de daños no es tan importante como la calidad de los daños a la hora de justificar un perfil resentido. Por otra parte, se echa en falta un poco de ingenio en las líneas de guión, en su mayoría un griterío adolescente que llega a aturdir un poco.
Por fuera de estos detalles, lo demás está perfecto. La cámara al hombro de tipo documental (el protagonista filma constantemente) aterriza la anécdota, volviendo especialmente vívido el descubrimiento y el desarrollo de los superpoderes. Con recursos limitados, el director hace un uso brillante de la tecnología digital CGI para generar vistosos efectos especiales, hay atmósferas increíblemente logradas -las escenas de vuelo, el enfrentamiento final- y un par de sorprendentes escenas que dan muestras de una privilegiada inventiva visual -obsérvese la conversación en el cementerio, con la cámara alzándose por encima de los personajes, en una toma inesperadamente poética, o el abrupto y explosivo corte durante la escena del protagonista hospitalizado junto a su padre-.
Está claro que seguiremos oyendo del director Josh Trank por muchísimo tiempo más. Son realmente valiosos su aporte creativo, sus ideas para generar una historia de superhéroes (o en todo caso, de superantihéroes) y su voluntad para llevar al audiovisual hacia nuevas formas. El cine de género respira y se renueva gracias a esta clase de talentosos cineastas.
Publicado en Brecha el 9/3/2012
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