lunes, 6 de mayo de 2013

Iron man 3 (Shane Black, 2013)

Sólida y con armadura 


Además de las dosis de humor canchero, acción espectacular y villanos megalómanos, elementos prácticamente obligados y de manual para esta clase de superproducciones familiares, los recursos para que la saga de Iron man mantuviera su interés y su intensidad fueron utilizados con resultados desiguales. Las películas se valieron, para mantener su ritmo, de una doble tensión intrínseca al personaje: su inestabilidad física o mental por un lado y, por otro, la inestabilidad de su armadura. Digamos que un millonario pedante y ególatra de la talla de Tony Stark no es, a priori, un protagonista que despierte simpatías masivas, por lo que se volvía necesario que las cosas le fueran realmente mal, que lo aquejaran dolencias físicas y mentales para generar la adhesión necesaria. Que la armadura esté algo deteriorada justo en los momentos más importantes es el recurso que los guionistas de turno utilizaron para dosificar tensiones. Iron Man 2, la más floja de la saga, explotó muy mal el envenenamiento físico del protagonista, perdiéndose un poco la oportunidad de generar intensidad en los momentos clave. 
Nombrar el otro punto fuerte de la saga ya es una redundancia: Robert Downey Jr. es un actor enorme, la clase de intérprete que puede salvarle el cuero a directores inhábiles y a guionistas deficientes. Un hombre que se las ingenió para figurar simultáneamente en dos de las más sólidas, simpáticas y taquilleras sagas mainstream de la actualidad: Iron Man y Sherlock Holmes, y que es capaz de desenvolverse con la misma soltura como investigador toxicómano en el S XIX y como magnate excéntrico. Es probable que la notable y reciente Los vengadores no fuese la mitad de buena si no contara con su presencia y su invaluable carisma.
Por fortuna, en esta tercera parte el hombre de hierro cumple con sus cometidos de salvar el día –sobre todo si es un sábado tormentoso- aportando un entretenimiento inteligente que mantiene constantemente el interés. El director Shane Black (que ya había trabajado con Robert Downey Jr. en la divertida Entre besos y tiros) parece dejar su marca en la agilidad de la trama, lo trepidante de las escenas de acción y la simpatía de algunos chistes -es grandioso un gag en el que tiene lugar una disputa conyugal con armadura mediante-. Quizá la escena mejor lograda sea la de la explosión en un avión, que provoca una caída en picada de trece pasajeros, a los que el paladín debe salvar a sabiendas de que sólo puede cargar con cuatro simultáneamente. No deja de tener su interés la existencia de un terrorista a lo Bin Laden que termina siendo un simple actor cumpliendo órdenes en un estudio montado, una invención mediática para saciar la necesidad popular de un enemigo visible. Una bienvenida respuesta sarcástica a esa lamentable épica “documental” e “histórica” llamada La noche más oscura

Publicado en Brecha el 3/5/2013

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