sábado, 19 de abril de 2014

La vida de Adéle (La vie d'Adèle, Abdel Kechiche, 2013)

Sexualidad y sentimientos 


En estas páginas ya nos habíamos explayado sobre el brillante director Abdellatif Kechiche, uno de los más sólidos y sustanciosos directores de la actualidad. Hoy, habiendo sido galardonado por la palma de oro en Cannes, ya se ha vuelto un referente ineludible y uno de los más cotizados del cine actual. Pero conviene echar un vistazo a su imponente filmografía (La faute à Voltaire, L’esquive, Cuscús, Venus Noire) para comprender su sensibilidad, su extraordinaria dirección de actores y su notable uso de la puesta en escena y el montaje para elaborar cuadros naturalistas convincentes. 
Basada en una novela gráfica de Julie Maroh, La vida de Adèle está ambientada en la ciudad de Lille, al norte de Francia, y se centra en la evolución sexual y amorosa de la adolescente del título (interpretada por la brillante Adèle Exarchopoulos) a lo largo de varios años. Su vida dará un vuelco al conocer a Emma (Léa Seydoux, siempre imponente) quien la iniciará en un tormentoso amor lésbico, introduciéndola al mismo tiempo en el mundillo de las exposiciones y las artes plásticas. 
Por primera vez puede criticársele a Kechiche el haber elegido personajes que se aproximan demasiado a los parámetros dominantes de belleza; algo que anteriormente había evitado, diríase que hasta deliberadamente. En Cuscús una fuerte carga erótica emergía en el momento en que una chica árabe que tenía celulitis, tez oscura y pelo rizado se ponía a bailar, y podría decirse que estos elementos hasta potenciaban su inmediatez y su belleza. Ni que hablar de la protagonista de Venus Noire, alejada kilométricamente de cualquier estándar occidental. Aquí sin embargo hasta el más feo de los secundarios podría verse como de las personas más atractivas de su barrio. Claro que este elemento por sí sólo no podría restarle puntos a una película tan poderosa, pero quizá llame la atención sobre esta nueva inclinación del cineasta tunecino. 
Como las mejores películas sobre amores homosexuales, aquí se desbaratan preconceptos, enriqueciendo la noción de diversidad. Es curioso que justamente Adéle, la que se encuentra más impetuosamente enamorada, la que se desvive con tal de conservar la relación con Emma, sea una chica que en general apunta a relacionarse con hombres, y que por su parte Emma -en apariencia más estrictamente homosexual- no parezca interesada en esta pasión y sí en una estabilidad aparentemente clásica y monogámica, con hijos incluidos. Es que Kechiche utiliza el cine para tender puentes entre los seres humanos, da a conocer criaturas con todas sus complejidades, sus matices psicológicos, sus particularidades irreproducibles que los llevan a saltarse cualquier posible encasillamiento. Una de las claves de la grandeza de una obra magnífica, poderosamente emotiva. 

Publicado en Brecha el 16/4/2014

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