miércoles, 4 de julio de 2018

La ley de la jungla (La loi de la jungle, Antonin Pretjatko, 2016)

Burocracia en el pantano 


Una estatua de Marianne, símbolo nacional de Francia, cuelga triunfal desde un helicóptero sobre la agreste Guyana, con el himno de Eurovisión sonando de fondo. De repente, la cuerda y la música se cortan y la estatua se desploma en medio de la selva. Esta es una de las primeras imágenes que nos entrega esta notable película, dejando ya estampado su tono satírico y hasta su idea general: Francia sucumbiendo ante la ley de la jungla.
Ya la anécdota general no podría sonar más absurda. Un pasante del Ministerio de Normas y Estándares (el increíble Vincent Macaigne) es enviado a la Guayana Francesa con la misión de supervisar un proyecto llamado Guyaneige (traducible al español como “Guyanieve”), por el cual sería instalado, en plena selva, un centro turístico de esquí, refrigerado artificialmente, con montañas y hasta nevadas cíclicas. Una locura absoluta, podría pensar cualquiera. Pero apenas presentado este proyecto, uno de los personajes secundarios habla de otra iniciativa previa, seguramente muy recordada por las audiencias francesas: la construcción real de un puente que conecta Guyana con Brasil, encargado a una empresa brasileña y que supuso la desaparición de 50 millones de euros desembolsados alegremente por el gobierno francés (y por ende, por los contribuyentes); un puente que, además, luego de construido quedó durante años vacío, sin que nadie lo pudiese cruzar. 
En definitiva, el personaje parte raudo para asegurarse de que el proyecto cumpla con los más altos estándares europeos, y, como no puede ser de otra forma, chocará de golpe con la ardua realidad: la iniciativa hace agua, humedad, barro e insectos por todos lados. Poco tiempo pasa antes de que el personaje quede completamente extraviado en plena selva a merced de alimañas, caníbales y guerrilleros dementes, y con la única compañía de otra pasante, perteneciente a la Oficina Nacional Forestal (es decir, la división encargada de los parques públicos de Francia). 
Se despliega entonces una endiablada crítica a la burocracia y a cierto espíritu colonialista aún existente en las esferas políticas y en la idiosincrasia gala. El director Antonin Peretjatko había filmado anteriormente La fille du 14 juillet, una gran comedia que también contaba con grandes dosis de mordacidad crítica. Aquí se combinan dos tipos de comicidad típicamente francesas: por un lado aquel humor inteligente y sutil que caracterizaba al maestro Jacques Tati y que hoy recogen algunos herederos como Sylvain Chaumet y Otar Iosseliani. Por otro, el burlesque más delirante, ese humor más exagerado y absurdo, un estilo desenfrenado nacido del vodevil que se enfoca en la ridiculización extrema de una temática política o social, y que en su vertiente más slapstick parió a maestros de la talla de Chaplin y Buster Keaton. 
Si bien la introducción es aguda, inteligente y desternillante, y hasta se permite fragmentos humorísticos en los que se experimenta con las formas (es llamativa una escena en la que el superior en el ministerio se levanta de la silla y se acerca al pasante una y otra vez, y en la que la magia del montaje vuelve a mostrarlo sentado luego de cada cambio de plano), conforme avanza la película se vuelve algo más convencional, con una historia romántica y de aventuras en la que pierde buena parte de su acidez crítica y su gracia general. De todos modos, La ley de la jungla es un cine fresco, diferente, incorrecto y plagado de buenas ideas.

Publicado en Brecha el 26/6/2018

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