sábado, 28 de marzo de 2020

12 películas de virus, caos y apocalipsis

El peligro es el hombre

Calles y ciudades vacías, virus impredecibles y de alta mutabilidad, cuarentenas, supermercados arrasados, acopio de alimentos y víveres, aislamiento, paranoia y terror al desconocido son algunas de las imágenes que remiten a un imaginario compartido por todos y alimentado continuamente por el cine. Las plagas masivas, el apocalipsis y los muertos resucitados que eran difundidos a través de La Biblia calaron hondo, y cineastas de todo el mundo han aportado, en los últimos años, ideas e imágenes inolvidables al respecto. 


La realidad supera la ficción, y la mayoría de las veces lo hace en términos poco cinematográficos. Nada podría ser menos espectacular que un virus cuya tasa de mortalidad es de apenas un par de puntos porcentuales, que una inconmensurable cantidad de personas aisladas en su casa mirando televisión, o que hospitales atestados por hipocondríacos preocupados por picaduras de mosquitos. El cine ha sabido tomar miedos atávicos e inherentes al ser humano y magnificarlos, incomodando, perturbando o simplemente horrorizando a las audiencias, las que se han llevado a sus casas imágenes grabadas a fuego. La situación actual es una excusa para recomendar un buen puñado de películas; un recorrido a través de doce momentos icónicos que nos recuerdan lo hondo que suelen calar las imágenes apocalípticas del séptimo arte, y su capacidad de inquietarnos. 

REC (Jaume Bagaleró, Paco Plaza, 2007)


Una movilera del programa “Mientras usted duerme” entra, junto al camarógrafo y un equipo de bomberos, a un edificio de apartamentos de los suburbios de Barcelona, del cual recibieron una extraña llamada de auxilio. Poco demorarán en encontrarse con un brote zombie, y con que la policía local y el ejército sellaron todas las salidas del edificio, recluyendo a los protagonistas a una cuarentena forzosa, junto a los imbatibles muertos-vivos. Se trata de una película terrorífica, en la cual la ambición de la protagonista por el sensacionalismo mediático la termina conduciendo a un infierno inimaginable. 

Train to Busan (Yeon Sang-ho, 2016)


Es una de las mejores películas del subgénero de los últimos años, en la que una multitud de militares zombies comienza a atacar a la gente en una estación de tren. Un horror inusitado que tiene un gran peso simbólico para un país que atravesó una dictadura de casi treinta años. Tanto en esta película como en RECs, quienes supuestamente deben proteger al pueblo, acaban volviéndose contra él; los zombies, emisarios del brote viral cinematográfico y apocalíptico por excelencia, extienden la plaga con una voracidad implacable.  

It Follows (David Robert Mitchell, 2014)


Una película que resignificó el concepto del zombie, “no piensa, no siente, te sigue” adelanta desde su trailer. La idea de que un ser que puede estar en cualquier parte, y que comienza a caminar en la dirección de su víctima, avanzando lentamente pero sin nunca detenerse hasta llegar indefectiblemente hasta ella, es perturbadora como pocas. La maldición del “caminante” es contagiada por transmisión sexual, por lo que se vincula con el miedo a las enfermedades venéreas y al pecado de la lujuria. Pero no deja de ser interesante la idea de que no hay forma de ponerse a salvo, escondiéndose o recluyéndose, ya que, como un virus irrefrenable, la amenaza eventualmente te alcanzará de una forma u otra. 

La amenaza de Andrómeda (Robert Wise, 1971)


Un equipo de científicos, escrupulosamente vestidos con trajes aislantes y escafandras, investiga un extraño germen letal con alto poder de adaptación y mutación, que logra incluso escapar de su contención al aprender a degradar químicamente el caucho sintético y el plástico. La idea de que el microorganismo prospere y se convierta en una enorme colonia de gérmenes se convierte en una amenaza temible, que lleva a una paranoia constante al poner en riesgo a la totalidad de la raza humana.  Todo un clásico, y de los mayores exponentes del subgénero de “virus asesinos”. 

Ceguera (Fernando Meirelles, 2008)


Por misteriosas circunstancias, todas las personas comienzan a perder la vista, provocando el colapso inmediato de la sociedad. Los seres humanos pasan a ser invidentes, con la única excepción de la protagonista (Julianne Moore), quien conserva sus facultades. La película presenta una situación terrible por donde se la vea, con multitudes hambrientas en las calles que no pueden valerse por sí mismas y, entre todos ellos, la privilegiada protagonista que “abastece” a un reducido grupo de personas, elegido prácticamente al azar. Una escena crucial en un supermercado saqueado y prácticamente desmantelado por la multitud coloca a la protagonista en una situación desesperante, por la que intenta conseguir víveres caminando cerca de ellos, sin hacer ruido.  

The Road (John Hillcoat, 2009)


Esta brillante película explaya otro contexto crítico, en el cual el mundo ya ha perdido su vegetación, convirtiéndose en una tierra agreste, yerma y devastada, por lo que el protagonista (Viggo Mortensen) y su hijo deben ingeniárselas para sobrevivir a pandillas de caníbales que saquean, violan y matan a todos los que encuentran a su paso. Se trata de una gran metáfora sobre el individualismo y sobre ser fiel a ciertos principios (los protagonistas se niegan a comer carne humana), aún cuando todos optan por ir en la dirección opuesta. 

The Survivalist (Stephen Fingleton, 2015)


Igual de extrema en su nihilismo y en plantear un nuevo orden radicalmente individualista es este excelente aunque casi desconocido filme británico, en el que un hombre vive pertrechado y aislado en una granja, a resguardo de la amenaza de otros seres humanos, y siempre listo para dispararle a cualquiera que se asome a su territorio para saquear su huerta. Cuando dos mujeres, madre e hija, llegan a sus dominios, el mundo se le pone de revés: sabe que no puede confiar en ellas ni alimentarlas, pero ansía como pocas cosas el contacto con otros seres humanos. Si dos o tres días de aislamiento pueden llegar a ser dañinos para el hombre, aún más lo es un tiempo indefinido en un mundo deshabitado y hostil. 

Soy leyenda (Francis Lawrence, 2007)


Mucho más light es el futuro aquí presentado, con un canchero protagonista (Will Smith) que se las ingenia para acribillar escrupulosamente a sus enemigos zombies y a sobrevivir junto a su perro en medio de una New York desierta. Lo mejor de la película es ese escenario urbano tomado por la naturaleza, con la vegetación creciendo entre el asfalto y los edificios. 

Wall-E (Andrew Stanton, 2008)


Una de las películas más bellas que nos ha obsequiado Pixar. Ya no quedan humanos en el mundo, y el único ser (¿vivo?) sobre la tierra es el robot del título, quien habiendo pasado 700 años limpiando los despojos de un mundo posapocalíptico cubierto de basura, subsiste gracias a la energía solar y quitándole piezas a los cadáveres de otros robots. Pero lo cierto es que más adelante veremos que todavía existen humanos, vagando sin rumbo a través del espacio. Una colonia de obesos que ha perdido su capacidad de caminar o trasladarse sin uso de la tecnología, que parecieran haberse atrofiado en muchos sentidos, incluyendo su capacidad crítica. La excelencia de la compañía de animación se hace presente en múltiples detalles, pero especialmente en la humanidad de los dos protagonistas, desbordantes de simpatía. 

12 monos (Terry Gilliam, 1995)


Otro título ineludible, quizá la visión futurista más demencial plasmada en pantalla. Un virus funesto eliminó a los seres humanos, obligándolos a refugiarse bajo tierra. En la superficie, los animales dominan, y un convicto peligroso (Bruce Willis) es uno de los encargados de conseguir muestras de la superficie, así como de embarcarse en un viaje al pasado, en el cual su cordura es puesta a prueba. Uno de los escenarios más logrados e impactantes es el celdario futurista subterráneo, en el que los reclusos son confinados en jaulas en las que a duras penas caben. 

Snowpiercer (Bong Joon-ho, 2013)


Otro prodigio de imaginación es el aquí plasmado: un tren viaja sin jamás detenerse a través de un mundo congelado e inhabitable. En la parte trasera malviven los trabajadores, desarrapados y sucios, mientras en los vagones delanteros se acomodan las inmaculadas clases altas. En este contexto, una rebelión se vuelve necesaria y urgente, y el protagonista (Chris Evans) se aboca a liderarla. Si bien la película subraya su metáfora sin disimulo alguno, se trata de una muestra más de la maestría en cuanto a ritmo y puesta en escena del oscarizado director surcoreano. 

La princesa Mononoke (Hayao Miyazaki, 1997)


Parece una intrusa en esta selección, pero no lo es: cabe recordar que en esta obra maestra los dioses del bosque son atacados por los excesos de la industrialización. La tala indiscriminada de árboles y los desechos de una población llevan a que, como reacción, ocurran sucesos alarmantes: extrañas y nuevas especies salvajes, estampidas de jabalíes gigantes, manchas oscuras que se expanden temiblemente. Es curioso cómo el cine viene señalando desde hace muchísimo tiempo de los peligros del extractivismo y sus consecuencias, de las nefastas repercusiones provocadas por la destrucción de ecosistemas y de ocasionar desequilibrios naturales, con consecuencias que suelen ser funestas para el ser humano. Al parecer, poco hemos aprendido. 


Publicado en Brecha el 20/3/2020

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