Los primeros quince minutos son brillantes: dos hombres con bolsos golpean la puerta de una casa, una mujer los atiende y uno de ellos le pregunta por un tal Wo, la mujer miente, dice que allí no vive. El hombre dice que lo van a esperar afuera. La cámara se queda dentro de la casa, acompañando a la nerviosa mujer que cuida de su bebé de pocos meses. De inmediato, vuelven a llamar a la puerta. La mujer abre y ve a otros dos hombres, vestidos de traje y también con bolsos; le preguntan por Wo. Ella vuelve a mentir, y ellos también esperan afuera. Los cuatro hombres se encuentran en una plaza, frente a la casa, se saludan. Los silencios, los gestos y las miradas dan cuenta de que se conocen de antes, conversan. La mujer los observa desde una ventana. Dos de ellos deben eliminar al sujeto, los otros dos están allí para defenderlo. En seguida llega el susodicho Wo en un camión de mudanza, cargado con muebles. Todos los hombres se preparan para una segura balacera, que acaba desatándose en breve, adentro de la casa. Luego de un impresionante duelo balístico con tiros fallidos y destrozos varios, los hombres se deciden a detener la contienda y… ayudar a Wo con la mudanza.
Así suelen ser los personajes de Johnny To, pueden auxiliarse, charlar, almorzar o beber juntos como si nada, aún a sabiendas de que en breve podrán estar apuntándose otra vez a los cráneos con sus pistolas semiautomáticas. To tiene una habilidad especial para crear situaciones tensas, para dilatarlas y suspenderlas en el tiempo, para lograr que el espectador no pueda estarse tranquilo hasta su resolución, la cual llega por fin con contundentes tiroteos generales. Situaciones humorísticas pueden distender un poco esos climas de tensión, pero a la larga sólo sirven para potenciar el nerviosismo y patear la pelota un poco más para delante.
El director va soltando la información de a poco, logrando que uno se mantenga involucrado activamente y comprenda sólo una parte parcial de las situaciones, flotando cierto enigma en el aire. A medida que la historia avanza, los más atentos irán descubriendo más y más detalles del entramado general.
A pesar de que To retoma a varios de los actores principales de su película The mission (1999), Exiled no es una secuela. Pero al verla a uno le surge la idea de que ya vio antes a esos mismos personajes (aunque no los haya visto jamás) y todo el filme está revestido de un inquietante aire de familia. ¿Cómo logra Johnnie To esto? En primer lugar reclutando a actores brillantes (Anthony Wong, Francis Ng, Simon Yam, Nick Cheung) que se desempeñan con una naturalidad que apabulla, y acomodando el guión a sus caracterizaciones y no al revés. En segundo lugar, evitando dar detalles inútiles sobre el pasado o la vida de sus personajes. Una simple foto en blanco y negro aparecida como en un flash con los cinco protagonistas cuando eran niños ya sirve para dar cuenta de un pasado común, de largos trechos recorridos juntos, de mil y una historias precedentes.
Nutriéndose de referentes tan dispares como Melville, Leone, Woo, Lam o Peckinpah, retomando una larga tradición de cine de acción hongkonés, del polar francés y del noir clásico norteamericano, y situando la película en una resplandeciente superficie de cine negro gangsteril, To construye una historia de hombres rudos en conflicto, de traiciones y desconfianzas, de disyuntivas en las que el deber y la lealtad se contraponen a la culpa, la insatisfacción y a la urgente necesidad de redimirse. Un grupo de infelices que, tras encontrarse, por fin dan con la oportunidad de desviarse de su camino de obligaciones y que por una vez en la vida tienen la chance de hacer lo que consideran correcto: ayudar a un amigo caído en desgracia. El exilio del título no remite necesariamente al dolor de la partida sino más bien al alivio de tomar distancias de un pasado decadente e infecundo. La posibilidad de tomar las armas y aplicarlas a lo que sus principios les dictan.
Cabeza a cabeza con Wong Kar-wai, Johnnie To es el más grande director hongkonés de la actualidad. Prolífico y ecléctico como pocos, es capaz de pergeñar auténticas películas de autor que arrasan con premios en festivales internacionales (Election, Election 2), o de entregarse al más popular cine de géneros (Fulltime killer, Yesterday once more). A medio camino entre ambos extremos, Exiled reluce como el punto más alto de su carrera. Sólo basta cruzar los dedos porque llegue y se estrene en nuestro país, ya que como pocas es una película concebida para encandilar desde la pantalla grande.
Publicado en Brecha 19/10/2007
3 comentarios:
mmm, me veré exiled, pero me vi Election con gran entusiasmo previo y me decepcionó, no se esperaba algo más además de ver que todos los gangsters son duros y frios, o quizás no supe ver lo que tiene.
Para serte sincero a mí las Election también me decepcionaron un poco. El estilo más seco y frío (PTU, Election, Election 2) del To, suele dejar a muchos por fuera. Pero te diría que por nada del mundo dejes de ver Exiled ni Fulltime killer, ejercicios lúdicos de los que uno se vuelve un adicto incondicional. Después deberías seguir con algunas más: Breaking news, A hero never dies...
Muy intersante lo que escribes sobre este genial director oriental que siempre nos regala joyas para ver. Saludos!
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