Una de las primeras personas que leyó el guión de Bastardos sin gloria fue el maquillador Greg Nicotero, un colaborador de Quentin Tarantino que trabaja junto a él desde su primera película. Luego de terminar las 164 páginas que lo componían quedó profundamente asombrado. “Esperaba tremendas y gigantescas batallas, horribles matanzas, cuerpos despedazados, pero no había nada de eso. Al principio no entendía adónde quería ir a parar, pero me quedé asombrado por la cantidad de detalles, por la realidad que desprendían esas páginas”. Lo mismo nos ocurrió a quienes vimos repetidamente en el trailer a ese implacable Brad Pitt uniformado reclamándole a un grupo de judíos americanos sedientos de vendetta y sangre alemana -los bastardos- cien cabelleras nazis.
Y lo cierto es que la increíble última obra de Tarantino apenas tiene acción, y sí está saturada de principio a fin de extensos diálogos. Y los “bastardos” son sólo unos pocos personajes que apenas aparecen en algunas partes del enorme cuadro coral presentado.
La mejor definición de la película también la da el mismo maquillador: “Todo se resume en la primera línea de guión: “Érase una vez en la Francia ocupada por los nazis”. Es un cuento de hadas, pero al estilo de Quentin.” Es decir, la Francia ocupada es una excusa para que Quentin cree personajes grandiosos, para que los haga interactuar con personajes que existieron en el mundo real como Goebbels, Churchill o el mismísimo Hitler, para que homenajee a Leone, a Aldrich, y a Godard, para que regurgite toda su cinefilia y la plasme en tomas imposibles, para que idee escenas de antología una tras otra, para que produzca deliberadamente el más grande anacronismo que haya conocido la historia del cine, para que haga volar a todo y todos por los aires, en un final catártico y liberador; para que haga un cine inclasificable como no podría ningún otro ser en el mundo.
Es verdad que el guión es apenas una parte de una película, y que para las verdaderas experiencias cinematográficas es apenas un sustento en el que la obra se afirma para levantar vuelo por sí sola, muchas veces echando por tierra esos bocetos originales -para algunos directores como David Lynch, el guión ni siquiera existe, aunque eso es un tema aparte-. Pero también es cierto que la escritura es el primer nacimiento de la obra cinematográfica -Robert Bresson decía que el primer nacimiento se da cuando surgen las ideas, el segundo durante el rodaje y el tercero cuando la edición- y la de Bastardos sin gloria es una idea desmesuradamente genial, sólo factible de concebirse en una mente revuelta y desquiciada como la de su creador.
Hacerse con el libro del guión es una buena idea, pero claro, leerlo antes de haber visto la película es algo criminal, sería arruinarse a uno mismo las sorpresas y buena parte de las atmósferas. Algo así como mirar parcialmente y a través de una cerradura un inmenso e imponente lienzo rupturista. La clave del poder de muchos de los diálogos de Tarantino está en quién dice las cosas, y cómo las dice. Está en cómo se distribuyen los espacios de poder, quién está por encima de quién, quién es el que está abusando de su posición, con sadismo y alevosía. Está en cuánto tiempo duran las tomas de los rostros. Los intercambios verbales de la película son extremos de tensión, estirados hasta lo inconcebible, y cortados de golpe por giros desconcertantes. Por eso el guión debería ser considerado como un agregado, un mero material de consulta, un retazo (brillante) de una obra excepcional.
Como en el guión editado de Pulp Fiction, también hay fragmentos escritos que fueron eliminados en el corte final, y que por tanto no aparecen en la película. También hay elementos que sí están en la película pero que no aparecen en el texto, como la genial aparición de dentro de un túnel oscuro del personaje que interpreta Eli Roth. Los diálogos están acompañados de breves anotaciones y descripciones de Tarantino, algunos de ellos en tono jocoso, y no tienen desperdicio. Uno de ellos reza: “...el auditorio se convierte literalmente en una lluvia roja de piernas, brazos, cabezas, torsos y culos.” y por supuesto la toma descrita no existe en la película; en otro apunte: “Ambos disparan y reciben tantos tiros que es casi romántico ver como se desploman, muertos, en el suelo”; la descripción que el autor hace del teniente Aldo Raine, el bestial personaje encarnado por Brad Pitt no podía ser más elocuente y concisa: “un palurdo de las montañas de Tenesse”.
Cerca de diez años le llevó a Tarantino concebir el guión de Bastardos sin gloria, y durante largos períodos lo tuvo reposando en un cajón. Inspirado en la película de Enzo Castellari Quel maledetto treno blindato (1978), cambió la historia un millar de veces, al punto de que hoy cualquier concomitancia con la obra del director italiano sería casual. El texto es Tarantino puro; un guión cuyas anécdotas giran todo el tiempo en torno al cine, que hace uso de una estructura episódica, que inserta flashbacks explicativos en medio de la acción, que presenta a los distintos personajes con imágenes congeladas y letreros, que abunda en esos diálogos ridículos que tienen lugar en los momentos más incongruentes.
Lo bueno es que el guión se consigue en librerías, lo malo, que a los uruguayos aún nos falta un mes para tener la película en carteleras.
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martes, 29 de septiembre de 2009
Sobre el guión de Inglorious basterds
El mayor de todos los bastardos
Publicado en Brecha 25/9/2009
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3 comentarios:
Pues todavía no la he visto y todo el mundo me habla bien de ella.
SI ME GUSTÓ INCLUSO DEATH PROOF!!
Je, Death proof está muy bien, pero Inglorious es superior a todo. Todo un acontecimiento, yo que vos no perdería más el tiempo e iría a verla, ya.
Al igual q el primer comentario... espero verla lo más antes posible.... En el Perú pocos saben de ese director... Tú ya sabes mi fascinación por Tarantino... asi que apenas la vea, mando otro comentario.
Saludos...
y creo que daré una mirada al cine hindu. Soy de esas personas que lo miran con gesto adusto.
Jesus Jara.
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