lunes, 16 de julio de 2012

Tilva Ros (Nikola Ležaic, 2010)

La autoflagelación como catarsis 

El cine social es europeo. Así como puede decirse que el cine infantil y de aventuras es norteamericano, el musical es bollywoodense y el cine de artes marciales es asiático -en el sentido en que hoy nadie se desempeña en esos géneros mejor que ellos-, los cineastas europeos gozan de un enorme historial repleto de precedentes fílmicos en la materia (el neorrealismo italiano, por ejemplo) y ya sean francesas, belgas, irlandesas, inglesas, rumanas, rusas, suizas o islandesas, normalmente las mejores películas del cine social nacen en el viejo continente (el año pasado contábamos con las excepcionales La volubilidad de los afectos, Fish tank y Un año más).
La película serbia Tilva Ros es otro ejemplo de esta maestría. Stefan y Marko son dos adolescentes pertenecientes a una banda de skaters, quienes, al terminar su último año de liceo, dedican su tiempo libre a filmar videos autodestructivos de tipo Jackass poniendo a prueba sus propios límites físicos permanentemente, superándose unos a otros y a sí mismos intentando llevar a cabo la proeza más arrojada, dolorosa y espectacular. Entre tanto, intentan con desgano y éxito desigual encontrar trabajo, buscan pelea o destrozan cosas de forma arbitraria. Como en las películas del cineasta estadounidense maldito Harmony Korine (Gummo, Julien Donkey-Boy), se presenta con sorprendente realismo un cuadro adolescente extremo, con conductas que rozan lo antisocial. No es menor que los personajes vivan en una pequeña ciudad -Tilva Ros es el nombre de un monte que existió, hoy convertido en un inmenso agujero en la tierra- y que por las calles haya movilizaciones contínuas en contra de la privatización de la mina de cobre RTB, de las que ellos parecen ser totalmente ajenos. Los padres, en su incapacidad de hacerles entender a sus hijos la crucial importancia de la manifestación social –ver la escena del supermercado, en la que los chicos demuestran no tener escrúpulos a la hora de desprestigiar una marcha vandalismo mediante-, y en el visible "festejo" o desinterés por los chichones o filmaciones caseras de sus hijos, permiten ver su papel determinante en el cuadro. 
La actuación (o no-actuación) del joven Marko Todorovic es deslumbrante, y su tranquilidad desafiante aun en situaciones de gran tensión -una pelea callejera, o una golpiza por parte de su padre- despiertan la atención incondicional. Y si Tilva Ros es una película sobresaliente es porque existe en el abordaje un humanismo y un bosquejo psicológico sumamente sólido. La presencia de un transitorio integrante femenino en la banda provoca subrepticiamente reacciones de celos y agresividad por parte de Marko, el protagonista, logrando así sugerir sentimientos reprimidos, despertar la empatía por un muchacho que masca frustración y se muestra incapaz de expresarse, volcando hacia sí mismo buena parte de su energía y su agresividad, en una autoflagelante catarsis festejada por sus pares.

Publicada en Roumovie el 29/6/2012.

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