El cine social es europeo. Así como
puede decirse que el cine infantil y de aventuras es norteamericano, el
musical es bollywoodense y el cine de artes marciales es asiático -en
el sentido en que hoy nadie se desempeña en esos géneros mejor que
ellos-, los cineastas europeos gozan de un enorme historial repleto de
precedentes fílmicos en la materia (el neorrealismo italiano, por
ejemplo) y ya sean francesas, belgas, irlandesas, inglesas, rumanas,
rusas, suizas o islandesas, normalmente las mejores películas del cine
social nacen en el viejo continente (el año pasado contábamos con las
excepcionales La volubilidad de los afectos, Fish tank y Un año más).
La película serbia Tilva Ros
es otro ejemplo de esta maestría. Stefan y Marko son dos adolescentes
pertenecientes a una banda de skaters, quienes, al terminar su último
año de liceo, dedican su tiempo libre a filmar videos autodestructivos
de tipo Jackass poniendo a prueba sus propios límites
físicos permanentemente, superándose unos a otros y a sí mismos
intentando llevar a cabo la proeza más arrojada, dolorosa y
espectacular. Entre tanto, intentan con desgano y éxito desigual
encontrar trabajo, buscan pelea o destrozan cosas de forma arbitraria.
Como en las películas del cineasta estadounidense maldito Harmony Korine
(Gummo, Julien Donkey-Boy), se
presenta con sorprendente realismo un cuadro adolescente extremo, con
conductas que rozan lo antisocial. No es menor que los personajes vivan
en una pequeña ciudad -Tilva Ros
es el nombre de un monte que existió, hoy convertido en un inmenso
agujero en la tierra- y que por las calles haya movilizaciones contínuas en contra de la privatización de la mina de cobre RTB, de
las que ellos parecen ser totalmente ajenos. Los padres, en su
incapacidad de hacerles entender a sus hijos la crucial importancia de
la manifestación social –ver la escena del supermercado, en la que los
chicos demuestran no tener escrúpulos a la hora de desprestigiar una
marcha vandalismo mediante-, y en el visible "festejo" o desinterés por
los chichones o filmaciones caseras de sus hijos, permiten ver su papel
determinante en el cuadro.
La actuación (o no-actuación) del joven
Marko Todorovic es deslumbrante, y su tranquilidad desafiante aun en
situaciones de gran tensión -una pelea callejera, o una golpiza por
parte de su padre- despiertan la atención incondicional. Y si Tilva Ros
es una película sobresaliente es porque existe en el abordaje un
humanismo y un bosquejo psicológico sumamente sólido. La presencia de un
transitorio integrante femenino en la banda provoca subrepticiamente
reacciones de celos y agresividad por parte de Marko, el protagonista,
logrando así sugerir sentimientos reprimidos, despertar la empatía por
un muchacho que masca frustración y se muestra incapaz de expresarse,
volcando hacia sí mismo buena parte de su energía y su agresividad, en
una autoflagelante catarsis festejada por sus pares.
Publicada en Roumovie el 29/6/2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario