Otro Hollywood
Un terapeuta chanta que sale en un programa de televisión y escribe libros de autoayuda (John Cusack), un muchacho de 13 años devenido celebridad y recién salido de una rehabilitación de drogas (Evan Bird), una neurótica actriz entrada en años y al borde de la desesperación por el inminente declive de su carrera (Julianne Moore) y una joven pirómana que pasó la mitad de su vida internada (Mia Wasikowska), son algunos de los estrafalarios personajes que componen este cuadro. La acción se sitúa en pleno Hollywood y el enfoque satírico, sugerente, elegante y sofisticado apunta a los vínculos, a la intimidad, a los secretos escondidos, a la excentricidad en las formas de vida. El director canadiense David Cronenberg (La mosca, El almuerzo desnudo, Crash) retoma una vieja tradición de directores que conocen un universo por dentro y lo exponen, desglamourizándolo, dejando entrever su expresión más carnal y despiadada. Así como Wilder con su Sunset Boulevard, Altman con Las reglas del juego, y Lynch en Inland Empire, ya era hora de que Cronenberg se desquitara con este mundo, volcando en él toda la mala leche imaginable.
La estructura narrativa es dispersa. Se salta de un personaje a otro, armando y compaginando una suerte de cuadro coral en el que las celebridades se vinculan en un círculo cerrado y reducido, comparten los mismos agentes, van de compras a los mismos sitios y, para colmo, ya vienen unidos por lazos familiares. Como para reafirmar la idea de que se trata de un universo estrictamente exclusivo varios de los personajes tienen relaciones incestuosas, y toda nueva intromisión a ese mundo es cruelmente expulsada o directamente eliminada (por ejemplo, un niño que le "roba" cámara al célebre adolescente).
Como siempre, el director juega con el erotismo de situaciones que pueden parecer, a priori, poco eróticas, forzando las circunstancias y los parámetros de belleza dominantes. La actriz interpretada por Julianne Moore, hoy de 54 años, participa en varios encuentros sexuales o situaciones de intenso contacto físico, y de la misma manera también tiene un curioso atractivo el personaje de Mia Wasikowska, cuyo rostro está surcado por una gran quemadura.
La progresión dramática es bastante despareja, hay momentos aislados donde Cronenberg despliega toda su genial impronta, como una escena en que un fantasma se acerca a la actriz y comienza a propiciarle un masaje, o un momento de inconsciencia adolescente que involucra un arma de fuego. Pero algunas escenas, además de ser poco creíbles, se ven algo desmedidas y subrayadas, como cuando la actriz se entera del fallecimiento de un niño, lo que para ella significa la oportunidad de obtener su ansiado papel en una película. ¿No existía una forma más sutil de mostrar la dicha del personaje que poniéndolo a cantar y bailar y, para colmo, hacerlo expresar verbalmente que esa muerte es la razón de su alegría? En este tramo y en algunos otros, Cronenberg lamentablemente no parece Cronenberg, y ciertamente existen muchas formas de reflejar la degradación moral sin tener que apelar a incestos o retóricas tan evidentes.
Pero en definitiva es cierto que aún las obras menores del cineasta son diferentes, disfrutables y dignas de ver, y siempre suponen, en nuestras carteleras, puntos de especial interés.
Publicado en Brecha el 12/12/2014
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