No han sido pocos los que han calificado al cine del director filipino Brillante Mendoza como obsceno o directamente pornográfico. Y cabe señalar que aunque no merezca tales adjetivos, es patente la intención del director de incomodar, cuando no directamente de descolocar e impactar a su audiencia. Para ir ya filtrando algunos potenciales espectadores, conviene adelantar que el cine de Mendoza suele tener escenas de sexo explícito y, en la mayoría de los casos, entre hombres. Masahista, su debut, transcurre durante casi todo el tiempo en una casa de masajes gay masculinos, y puntualmente se centra en la interacción de los jóvenes empleados con sus clientes. Si una película con escenas discretas de relaciones homosexuales como Secreto en la montaña generaba risitas nerviosas en muchos espectadores, es probable que no sean pocos los que no puedan tolerar ninguna de las películas del filipino.
La censura cinematográfica por el "grado" de contenido sexual suele ser desmesurada y hasta ridícula en algunos países. En Filipinas, por ejemplo, si en una película se exponen dos pechos femeninos es considerada pornográfica, pero si se muestra uno sólo no. Esto le ha ocasionado a Mendoza no pocos problemas de difusión y distribución, aunque hoy, habiendo concebido nueve películas en los últimos cinco años, y obtenido todas ellas un excelente recibimiento en festivales internacionales –incluyendo dos nominaciones consecutivas a la palma de oro en Cannes- su talento ya no puede ser ignorado o relegado a circuitos cerrados.
En Serbis se muestra, básicamente, un cuadro familiar de clase baja, dando cuenta de sus problemas, su cotidianeidad, sus formas de relacionamiento, sus miedos, sus alegrías y sus penurias. Pero hay un detalle llamativo que convierte a Serbis en una obra totalmente singular: esta familia vive y trabaja en un cine inmenso, en el que quizá algún día se proyectaron importantes superproducciones, pero hoy, deteriorado y resquebrajado, sólo exhibe películas pornográficas. Como apunte irónico, el cine se llama “family”, y es un sitio donde se dan cita –y tienen sexo- toda clase de individuos, en su mayoría hombres: el servicio al que el título de la película refiere es, en un principio, la variada oferta sexual que los clientes encuentran al ingresar a la sala. Como en Elefante, de Gus Van Sant, las inquietas cámaras siguen de cerca a los personajes, a través de los descascarados y laberínticos pasillos del recinto. El cuadro de estancamiento y putrefacción en el cual personajes sufridos y a la deriva utilizan el sexo como bálsamo para paliar el dolor recuerda sobremanera al cine de Tsai Ming-liang, y el calor, el sudor, el contacto humano permanente, y las relaciones que bordean lo incestuoso sugiere un parentezco con el de Lucrecia Martel. Y al igual que en la obra de la directora argentina, las tendencias incestuosas quizá puedan ser leídas como muestra del estancamiento, pero ante todo como un síntoma de vitalidad, ya que la libido desborda.
Hay escenas que son impactantes y que quedarán adheridas a la psiquis del espectador durante mucho tiempo: una tiene lugar cuando uno de los adolescentes que allí trabaja debe limpiar un baño tapado de orines y basura, hundiendo sus pies en esa agua amarilla y nauseabunda. No ha faltado quien califique a la escena de gratuita, pero no puede negarse que forma parte del cotidiano verosímil de la historia y que como tal es legítimo mostrarla. Otras tienen que ver con lo crudo y ambiguo de algunas escenas de contenido sexual, no tanto por lo que muestran sino por la brusquedad con que se muestra. Pero a pesar de lo sórdido del cuadro, conviene resaltar que Serbis es una película que genera una atmósfera intensa, lograda gracias a una excelente orquestación y a las grandes actuaciones –brillan especialmente la matriarca que regentea el lugar (Gina Pareño) y su hija (Jacklyn Jose)-. Y no es menor que se hayan logrado personajes creíbles –y queribles- además de plasmar una situación puntual que podría reflejarse en una infinidad de antros de todo el mundo.
La censura cinematográfica por el "grado" de contenido sexual suele ser desmesurada y hasta ridícula en algunos países. En Filipinas, por ejemplo, si en una película se exponen dos pechos femeninos es considerada pornográfica, pero si se muestra uno sólo no. Esto le ha ocasionado a Mendoza no pocos problemas de difusión y distribución, aunque hoy, habiendo concebido nueve películas en los últimos cinco años, y obtenido todas ellas un excelente recibimiento en festivales internacionales –incluyendo dos nominaciones consecutivas a la palma de oro en Cannes- su talento ya no puede ser ignorado o relegado a circuitos cerrados.
En Serbis se muestra, básicamente, un cuadro familiar de clase baja, dando cuenta de sus problemas, su cotidianeidad, sus formas de relacionamiento, sus miedos, sus alegrías y sus penurias. Pero hay un detalle llamativo que convierte a Serbis en una obra totalmente singular: esta familia vive y trabaja en un cine inmenso, en el que quizá algún día se proyectaron importantes superproducciones, pero hoy, deteriorado y resquebrajado, sólo exhibe películas pornográficas. Como apunte irónico, el cine se llama “family”, y es un sitio donde se dan cita –y tienen sexo- toda clase de individuos, en su mayoría hombres: el servicio al que el título de la película refiere es, en un principio, la variada oferta sexual que los clientes encuentran al ingresar a la sala. Como en Elefante, de Gus Van Sant, las inquietas cámaras siguen de cerca a los personajes, a través de los descascarados y laberínticos pasillos del recinto. El cuadro de estancamiento y putrefacción en el cual personajes sufridos y a la deriva utilizan el sexo como bálsamo para paliar el dolor recuerda sobremanera al cine de Tsai Ming-liang, y el calor, el sudor, el contacto humano permanente, y las relaciones que bordean lo incestuoso sugiere un parentezco con el de Lucrecia Martel. Y al igual que en la obra de la directora argentina, las tendencias incestuosas quizá puedan ser leídas como muestra del estancamiento, pero ante todo como un síntoma de vitalidad, ya que la libido desborda.
Hay escenas que son impactantes y que quedarán adheridas a la psiquis del espectador durante mucho tiempo: una tiene lugar cuando uno de los adolescentes que allí trabaja debe limpiar un baño tapado de orines y basura, hundiendo sus pies en esa agua amarilla y nauseabunda. No ha faltado quien califique a la escena de gratuita, pero no puede negarse que forma parte del cotidiano verosímil de la historia y que como tal es legítimo mostrarla. Otras tienen que ver con lo crudo y ambiguo de algunas escenas de contenido sexual, no tanto por lo que muestran sino por la brusquedad con que se muestra. Pero a pesar de lo sórdido del cuadro, conviene resaltar que Serbis es una película que genera una atmósfera intensa, lograda gracias a una excelente orquestación y a las grandes actuaciones –brillan especialmente la matriarca que regentea el lugar (Gina Pareño) y su hija (Jacklyn Jose)-. Y no es menor que se hayan logrado personajes creíbles –y queribles- además de plasmar una situación puntual que podría reflejarse en una infinidad de antros de todo el mundo.
Publicado en Brecha el 20/8/2010
7 comentarios:
He leído, ahora porque estuve algun tiempo sin pasar, un par de artículos interesantes como el Porno Feminista, Apocalypse punk y este último. Notas que salen poco en la prensa de hoy.
¿Viste The Road?
Bien Diego, por fin publicás una foto con la que nos podemos hacer una paja. Seguí así!
Joker, me alegro que encuentres cosas para leer en este bendito blog, ojalá no te aburras muy pronto!
Tengo The road en espera, pero en cualquier momento le entro, está bien, verdad?
Anónimo: estamos trabajando para usté.
Recomendable película, sí señor. Yo creo que lo más destacable -coincido contigo ahí- no es el lado descarado del film, que lo tiene, sino su retrato de una realidad que tristemente está al orden del día en demasiados lugares. Destacaría el protagonismo del local, el cine Family, como auténtico protagonista del film, muchas veces por encima de los mismos personajes. Mendoza es un director a tener muy en cuenta.
Un saludo ;)
Voy a exponer el cogote y a plantear algunas dudas que me surgen acerca del tremebundo asunto del "sexo en el cine", o mejor
del "cine con sexo". Para empezar, no me queda muy claro cuál es la diferencia entre la imagen explícita de un acto sexual en
una película pornográfica y esa misma imágen en una película "de autor". Lean de nuevo: escribí "imagen", es decir, representación visual, es decir, la "foto" del coito. Prescindo absolutamente de las presuntas "intenciones artísticas" del cineasta. Creo que fue en un reciente artículo periodístico sobre la obra del director Raoul Walsh donde leí una declaración que decía: "No hay diecisiete formas distintas de filmar a una persona abriendo una puerta". Parafraseando lo anterior, digamos que tampoco hay X o XXX cantidad de formas de filmar a las personas teniendo sexo, más allá de las posibles variaciones, combinaciones y permutaciones de número, género y posturas.
Teniendo en cuenta que incluso en el sub-género del cine porno existen "superproducciones" de "qualité" - que a veces logran
hasta cuidadas recreaciones de época - no me queda muy claro por qué el nombre de tal o cual director o incluso la procedencia de tal o cual película con escenas de sexo explícito parecería automáticamente colocarla fuera del temible pelotón del porno. Se podrá argumentar que el porno utiliza el sexo "per se", sin otro propósito que mostrar actos sexuales para provocar un deleite morboso en el espectador, mientras que un autor cinematográfico bien puede utilizar el sexo más o menos explícito dentro de un contexto argumental más profundo (pienso en Kubrick y "Ojos bien cerrados", por ejemplo).
Pero no comparto, o no comprendo muy bien, esa obsesión por un hiperrealismo explícito que, so pretexto de mostrarnos "la realidad" de un entorno social o cultural, presenta a sus personajes en actividades humanas, demasiado humanas, como el acto sexual o la defecación. ¿Es en verdad tan importante? ¿Realmente aporta eso al relato cinematográfico o es una mera estrategia para vender - sí, "vender", nadie se escandalice por esta palabra - un filme que de otra forma pasaría sin pena ni gloria? Cuando tras décadas de censura se exhibió en Montevideo "El Imperio de los Sentidos" a todo bombo y platillo, surgió la inquietante cuestión: ¿es arte o es porno? Yo plantearía otra pregunta: ¿le importaría a alguien esa película sin su contenido "sexual"? Creo que la respuesta sería evidentemente "no", es decir, exactamente lo que ocurre con los filmes porno ¿Entonces?
Sin esas "escandalosas" y "llamadoras" escenas de sexo: ¿sería igual de "importante" el cine de estos "autores" como Brillante Mendoza o Lucrecia Martel? Si la respuesta es sí, ¿a qué incluir ese tipo de escenas dentro de un argumento que se sotiene por sí mismo, sin necesidad de ellas? (aún admitiendo que los designios del Director sean inescrutables)
Si la respuesta es no, vuelvo a preguntar: ¿entonces?
Tiren nomás, que acá hay pecho pa' aguantar ;) Saludos.
The Road está bien si. Tengamos en cuenta que el tema -el mundo arrasado por un cataclismo- es más que habitual en películas, novelas, etc... Lo bueno es que el hecho en si del desastre ocurrido pasa a segundo plano; lo que prima son las consecuencias, la sociedad en ruinas, la relacion entre el padre y el hijo. Está buena.
Espero tus impresiones.
Saludos.
Lonnieee disculpá por la demora en contestar, es que la vida no ha sido muy amable conmigo en estos últimos días.
En primer lugar, me gustaría acotar que si no existiera el temible puritanismo que hay respecto al sexo en el cine dominante quizá tus dudas no fueran tales, y esta discusión ni siquiera existiría. En los años 70 cualquier película hollywoodense tenía desnudos integrales y eso a nadie parecía llamarle demasiado la atención.
Preguntás qué pasaría con este tipo de cine si no tuviera esas escenas de sexo, si sus películas serían exitosas, si se hablaría de ellas, si esos insertos explícitos aportan algo, y si no serían entonces prescindibles, como los de las pelis porno. Y mi respuesta básica a esto es, que si no tuvieran esas escenas, no serían las mismas películas. Es decir, quizá una escena de sexo explícito no aporta conceptualmente nada a una película, pero si puede servir para darle una atmósfera, un clima y generar una sensación particular. Hay que ver como se integra esa escena a la película, si se ve como algo forzado o si fluye naturalmente. Si produce una sensación en el espectador o si en cambio es puro mecanicismo y rutina.
Aún estoy a la espera de una obra maestra con escenas sexuales (creo que lo más cercano a eso fue la coreana Gojitmal "Mentiras" de Jang sun-woo) pero debo decirte que me ha pasado de ver muchas películas que, a modo de fantasía, me hubiese encantado que de repente se transformaran en porno. No tiene que ver con una pretensión "artie", te lo digo como espectador en una simple búsqueda de frución estética.
Por eso, a tu pregunta de por qué debería tener escenas sexuales tal o cual película, yo simplemente contestaría ¿y por qué no?
Joker 23: Cuando la veo te comento algo, gracias!
Un abrazo para ambos.
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