Pretencioso entramado
Comentar esta película sin adelantar detalles de su resolución es imposible, por lo que a los que les interese verla e ir descubriendo y
asociando las diversas historias
contenidas -es parte de la gracia- deberían de dejar de leer esta
reseña.
Basados en una novela de David Mitchell, los hermanos Wachowski Andy y
Lana (esta última antes de operarse era conocida como Larry), creadores de Matrix, V de Vendetta y Meteoro,
y el alemán Tom Tykwer (Corre Lola corre,
La princesa y el guerrero)
concibieron a seis manos un sobregirado puzle de casi tres horas, en el que se
intercalan continuamente seis historias ubicadas en tiempos distintos, y
pertenecientes a diversos géneros. 1849, 1936, 1973, 2012, 2144 y 2321: una
aventura marítima a bordo de un barco esclavista, un melodrama sobre un
compositor gay, un thriller político,
una comedia negra inglesa, ciencia ficción distópica y ciencia ficción
posapocalíptica. En todas ellas se presenta un conflicto social importante, una
situación de abuso de poder y un movimiento trascendente o contestatario,
individual o colectivo. Es posible perderse en este caótico entramado, sobre
todo durante la primera hora, en la cual se presenta abruptamente una infinidad
de situaciones y personajes. Esta composición vertiginosa y cargada de
información apunta a espectadores lo suficientemente espabilados como para ir
siguiendo y ubicando las diferentes historias sin perderse por el camino, con
un montaje que propone un ritmo y saltos continuos entre instancias, algo que
recuerda a lo logrado en El origen
de Christopher Nolan, o en tramos de la serie Lost; se puede hablar de una novedosa tendencia narrativa que podrá
satisfacer a algunos e irritar a otros tantos.
La propuesta no podría ser más pretenciosa: bajo el slogan “todo está
conectado” se presenta a un elenco multiestelar (Tom Hanks, Susan Sarandon,
Halle Berry, Doona Bae, Hugh Grant, Hugo Weaving y Jim Broadbent, entre otros)
con varios personajes para cada uno -seis o siete en algunos casos-, reafirmando
la idea verbalizada y subrayada de que todos somos los mismos, que nos
repetimos a través del tiempo y que asimismo reiteramos nuestros propios
errores. El problema de esta reincidencia en los mismos rostros está en que en muchos casos el
maquillaje se vuelve desmedido, convirtiéndose a los blancos en negros, a los
hombres en mujeres, a los occidentales en asiáticos y viceversa. En algunos
tramos, la sobreabundancia de gomas faciales hace pensar en un espectáculo
circense, perdiéndose así buena parte de la seriedad buscada.
Se plantea una especie de "efecto mariposa", basado en
que cada historia está vinculada directamente con la historia precedente. Pero
los elementos que conectan a una instancia con la siguiente son muy sutiles y
muy difíciles de ver durante un primer visionado. Finalmente, el discurso de
una chica que es reverenciada como deidad en el nuevo mundo, genera una
decepción proporcionalmente directa a la grandilocuencia de toda este inmenso
tanque. Corresponde traer a colación la genial película japonesa Fish story (2011), que partía de la
misma premisa, en una misma línea multigenérica y de diversas épocas, con
fragmentos más dialogados y terrenales y personajes mucho más interesantes. Por
supuesto, lograda con un presupuesto infinitamente más modesto; conviene
acercarse a ella, aunque sea para darse cuenta de que la que tenemos aquí es una
pariente muy inferior.
Publicado en Brecha el 11/1/2013
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