Una serpiente que se mordió la cola
Era esperable. Los que siguieron hasta este momento la serie Breaking Bad podían verse venir este final. Un imperio de la droga se había erigido en base a ocultamientos varios, mentiras, asesinatos; el padre responsable, el profesional universitario buen amigo y mejor vecino, se había convertido en un narcotraficante de los pesados manipulando y utilizando a otra gente, traicionándola, eliminando a sus enemigos y convirtiéndose en uno aún peor que ellos. Walter White, el otrora profesor de química que empezaba a cocinar cristales de metaanfetaminas para costear su propia quimioterapia y sustentar a su familia acabó transformándose en un demonio. Los que siguieron durante cinco temporadas este proceso sabían que esto podría terminar así: los lazos afectivos destrozados, las lealtades desarticuladas, las amistades deshechas, el imperio desmantelado; el rey desnudo ante los suyos y ante las autoridades. Sabían que una carrera desbocada en una única dirección podía encontrarse con un tabique, un muro contra el cual el bólido sólo podría impactar hasta convertirse en polvo, o verse obligado a colocar freno de mano y reversa, causando daños irreparables en la carrocería.
Y aquí está, la hermosa destrucción. Duele verla, duele hasta en los huesos, pero quizá era esto lo que queríamos: un gran ascenso merecía una precipitada caída, de similar intensidad. Horas y más horas de suspenso sustentados en una desmesurada ambición y en delirios de grandeza, muertos y más muertos cimentando el terreno desde el cual siempre se veía el momento y las urgencias inmediatas, y no tanto el sórdido camino recorrido. Ese trecho por el cual los personajes se fueron cada vez más al carajo; desde aquellos primeros capítulos en los que decidieron deshacerse de cadáveres disolviéndolos en ácido fueron descendiendo cada vez más peldaños, causando estragos, rompiendo todo y mal, arrastrando a otros a un desenfreno enfermizo.
Y ahí está lo genial, en que el creador Vince Gillighan nos hacía creer que durante el proceso no tenían otra opción, que se encontraban cercados por las circunstancias, que sus decisiones eran lógicas, racionales, que la desgracia los había señalado arrastrándolos hacia derroteros poco deseables, cuando en realidad ellos elegían estar allí, cuando decidían seguir en el juego pese a los golpes y las trampas, y optaban por doblar sus apuestas con risas maliciosas.
El arrepentimiento no corresponde cuando la rosca se dio con ganas. Ahora es matar o morir, desangrarse pero manteniéndose firme y con lo poco de dignidad que reste, recibiendo un infierno y dando cien más. Breaking bad está prendida fuego, estalla en sus últimos e incandescentes estertores, y los televidentes lo agradecemos, impactados. La vamos a extrañar, vamos a extrañar a Walter, a Hank, a Pinkman, a Skyler y a Saul. Vamos a extrañar quererlos y odiarlos al mismo tiempo, y por supuesto, vamos a extrañar colocarnos en los pies de Heisenberg, entrañable padre de familia y a su vez rastrero e inescrupuloso narcotraficante.
Publicado en Brecha el 20/9/2013
1 comentario:
La cagaron poniendo a los supuestos "nazis" y Jesse siendo torturado por ellos , me parece un recurso extremadamente bajo y muy cliche, por no decir propagandistico de ciertos intereses... ¿Un guiño al lobby judio zionista?
Saludos.
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