Lo mejor es invisible a los ojos
El cine dominante promete películas de acción y aventuras y las reproduce, difunde y distribuye por docenas, al punto de haber moldeado y creado un público que prácticamente no es capaz de consumir otra cosa. Junto al thriller policial y el terror, el género de aventuras es uno de los principales puntales de la industria hollywoodense, y seguramente sea el principal si se considera que la animación infantil también transita ese registro. Pero corresponde decir que mucho del mejor cine de géneros del mundo no llega a nuestro país. Lo triste es saber que también existe otro cine de entretenimiento, vital, creativo y lúdico que no accede a los circuitos comerciales, que no tiene estreno en DVD y que tampoco sería transmitido por la televisión abierta, difícilmente por cable. No específicamente el europeo -el cine de género español, francés, e incluso el nórdico y ruso tienen cierta acotada difusión- sino el proveniente de las filmografías orientales. Es en esas películas donde puede verse mayor riesgo, historias realmente atractivas: es ahí donde se siente palpitar al cine.
Algunas películas recientes de las que aquí ni se oyó y que permanecen ocultas: The raid: redemption (2011) es una indonesia de acción y artes marciales que se alza como una de las imprescindibles para los adeptos al género. Mi novia es un agente secreto (2009) es surcoreana, y de esas comedias que entrecruzan romance, intriga y la acción más lúdica y variada. Let the bullets fly (2010) es una divertida coproducción épica chino-hongkonesa de bandidaje y tiros, ambientada en los años veinte. Eso por no hablar de las películas indias, que son un mundo aparte pero no convendría detenerse en ellas por ahora. Es verdad, ninguna de las películas nombradas es una genialidad ni cambiará el cine, pero no hay dudas de que superan con creces la amplia mayoría de sus símiles norteamericanos.
Al nivel de todas las nombradas, Arrow, the ultimate weapon de Kim Han-min es un drama histórico y épico de acción desatada, en el que hay cruces de espadas, de garrotes y, como adelanta el título, sobreabundan los flechazos. El protagonista es un arquero profesional y la acción comienza en un pueblo coreano cercano a la frontera que separa China de Corea, cuando la segunda invasión de los manchúes, en el año 1637. La hermana de nuestro héroe es secuestrada por el ejército manchú y él tiene las horas contadas para rescatarla, junto a un equipo mínimo de hombres, antes de que sea violada. Si el asunto ya es bastante tenso de por sí, durante toda la segunda mitad del metraje la acción se dispara: un comando de guerreros manchúes comienza a perseguir al protagonista a través del bosque, a lo Apocalypto. Esta segunda parte es grandiosa: hay un enfrentamiento a toda velocidad con flechazos entrecruzados entre los árboles, saltos suicidas a través de la garganta de un río, un tigre que anda suelto por el bosque, un duelo final de arqueros en el que la hermana del protagonista se posiciona entre ambos contrincantes.
Por detrás del puro divertimento también hay ciertos apuntes sociales. En aquella época el gobierno coreano impuso una ley durísima para frenar la migración: el que cruzaba el río hacia China, por la razón que fuere, nunca podría volver a su país. Lo curioso es que hoy en día el gobierno de Corea del Norte aún mantiene intacta esa prohibición: los norcoreanos ilegales encontrados en China son deportados a Corea del Norte, y allí son torturados en campos de concentración o ejecutados. Este dato, sobradamente conocido para un espectador local seguramente pase desapercibido para uno occidental. Una escena crucial en ese río adquiere un peso dramático mucho mayor si se comprende este trasfondo.
Arrow… es entretenimiento asegurado al 100%. Y un buen ejemplo de todo un universo que nos estamos perdiendo.
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