La náusea
No se puede negar que el primero guionista y más adelante director Charlie Kaufman es un personaje absolutamente singular. Cuando las primeras películas que guionó (¿Quieres ser John Malkovich?, El ladrón de orquideas, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos), se dio una extrañísima situación por la cual se hablaba mucho más de él como guionista que los sucesivos directores de las películas. Pero aunque la presencia de Kaufman tenía siempre cierto aval de originalidad, también lo tenía de juego mental masturbatorio: por su acumulación de giros ingeniosos, por su singularidad desatada, sus libretos se volvían forzosamente autorreferenciales, y a veces al ser tan deliberadamente "ingeniosos", cansaban un poco.
Por fortuna, en esta Anomalisa si bien las premisas del guión traen algunas singularidades sumamente llamativas, estas funcionan como un enigma que se mantiene durante toda la película, y no hay giros constantes que enmarañen la trama. El protagonista es un célebre escritor de obras de autoayuda que se encuentra de paso por Cincinatti, para dar una conferencia sobre servicio al cliente. Pero en seguida notaremos que se encuentra en un estado de automatización, apatía e irritabilidad extrema, y que la monotonía y el desencanto se han convertido en una constante mortificante de su vida: prácticamente ha perdido su sensibilidad, y hasta podría decirse que está sumido en una profunda depresión. Es muy interesante la forma en que la película traza este jugado perfil, un personaje que difícilmente podría despertar simpatía alguna. Sin embargo la singularidad de su situación (se encuentra inmerso en algo así como una "náusea" sartriana) más los enigmas nombrados llevan a despertar en el espectador una sostenida curiosidad.
Y es que es cierto, Anomalisa es una película absolutamente anómala: no es de extrañar que haya sido concebida como resultado de una campaña de crowdfunding, ya que seguramente ningún productor podría haber creído en su viabilidad. Se trata de un elaborado drama íntimo concebido íntegramente con la trabajosa animación en stop-motion, algo que no se había visto previamente en un largometraje adulto. Lo loable es que en este caso la animación es un recurso justificado, notable para ilustrar la patología en la que se encuentra imbuído el personaje. Desde la inexpresividad de algunos rostros a una característica determinante de sus voces, los personajes que lo rodean parecen el mismo repetido una y otra vez. La anomalía, lo que se sale absolutamente de la norma es lo único que parecería llamarle la atención, quizá por identificarla como la vía de escape a ese mundo que lo oprime. Como esa muñeca mecánica japonesa que compra para su hijo, o la chica que de su nombre se deriva el título de la película –en definitiva, un ejemplar distinto por poseer una avería tanto física como emocional–.
Es así que esta reposada animación para adultos posee apuntes y fragmentos totalmente originales. Por ejemplo, un tramo en que el personaje con la voz de Jennifer Jason Leigh canta a capella en una habitación de hotel es un encanto absoluto y, poco después, tiene lugar una de las escenas de sexo más bellas que se hayan filmado; una que, sin cortes, no se ahorra las conversaciones previas, los preámbulos, las timideces, las pequeñas torpezas del encuentro. Justamente en estos momentos de intimidad es que esta película crece, y pierde interés en otros más estandarizados como durante un sueño paranoide o un fallido discurso en una conferencia.
Anomalisa es un cine diferente que conviene ver, además de que seguramente sea la película más personal que ha concebido su autor hasta el momento.
Publicado en Brecha el 26/2/2016
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