En la ceremonia de los óscar no faltaron los discursos políticos, pero hubo uno en particular que fue rápidamente interrumpido; cuando la directora de A Girl in the River: The Power of Forgiveness empezó a hablar de cómo este cortometraje documental había logrado el milagro de que el gobierno pakistaní comenzara a detener los "asesinatos de honor" en su país, le subieron la música de la orquesta para que se fuera. La fiebre por apresurar las entregas probablemente haya suspendido el que podría haber sido el discurso más interesante de la noche.
Y es que a nadie le debe de haber importado demasiado lo que tuviera para decir esta casi desconocida directora pakistaní, ganadora en la que para muchos es la menor y más irrelevante de las categorías. Pero resulta que, a diferencia de la mayoría de los premiados, esta no era la primera vez que la periodista, activista y cineasta Sharmeen Obaid-Chinoy subía al podio: hace cuatro años también se había llevado el óscar por su documental Saving Face, en el que trataba los ataques con ácido a mujeres en Pakistán. Al subir por su premio aquella primera vez, lo había dedicado a todas las mujeres que se pronunciaban por un cambio en su país: "no renuncien a sus sueños, esto es para ustedes" dijo entonces.
Su nuevo cortometraje se ocupa de echar luz sobre una práctica común en Pakistán, por la que mueren mil mujeres al año (según fuentes oficiales; otras aseguran que llegan a las 4 mil). Los asesinatos de honor son perpetrados por musulmanes ortodoxos, quienes "ajustician" por mano propia a miembros de su familia que violan el código de honor y traen deshonra a la familia. Por lo general las víctimas son mujeres que rehúsan casarse en matrimonios arreglados, que cometen una infidelidad o que directamente son violadas, pero también puede tratarse de hombres, como los dos hermanos Kohistani, quienes tuvieron la mala idea de bailar vestidos de mujeres en una fiesta de casamiento, para divertimento de la concurrencia. Cuando supieron que los perseguían, los dos hermanos se dieron a la fuga, pero en su lugar fueron asesinadas cuatro mujeres, una niña y otros tres hermanos de los Kohistani.
El cortometraje se centra en la historia de Saba Qaiser, que sobrevivió después de que su padre y su tío le dieran una paliza, le dispararan en la cara, la metieran en una bolsa y la tiraran al río. El pecado de la joven había sido casarse con un hombre con la que había estado comprometida durante cuatro años, desobedeciendo a los suyos. Cuando el padre de Saba fue arrestado, en seguida lo dejaron libre: la ley paquistaní permite "perdonar" al autor de una matanza de honor.
Pero la cuestión es que, como bien empezó a decir Sharmeen en su discurso, "esta semana el primer ministro paquistaní dijo que, después de haber visto esta película, se couparía personalmente de cambiar la ley referida al código de honor; eso es el poder del cine". Sobre el final, antes de ser interrumpida, dijo algo aún más notable. De familia musulmana, Sharmeen agradeció a "todos los hombres valientes ahí afuera, como mi padre y mi marido, que empujan a las mujeres a ir a la escuela y trabajar, y que quieren una sociedad más justa para ellas". Una forma de marcar las diferencias no contribuyendo a las generalizaciones y a la ola de islamofobia que impera en occidente.
Publicado en Brecha el 5/3/2016
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