miércoles, 22 de agosto de 2012

El cine de los hermanos Dardenne


Cineasta de cuatro ojos

En la última década, dos hermanos impusieron su presencia contínua en los más prestigiosos festivales de Europa y del mundo, con un cine austero e incómodo, de situaciones sociales conflictivas y personajes profundamente cuestionables. El estreno montevideano de El niño de la bicicleta, última película de los hermanos Dardenne, es una oportunidad para extenderse en su obra.
 
Al ver a los hermanos Dardenne en entrevistas uno comprueba hasta qué punto ambos hablan con la misma propiedad sobre su obra y su forma de trabajo. En una entrevista en Clarín, Diego Lerer deja sentado que mientras hablan se pisan entre sí, que sus respuestas corren al unísono, que es imposible separarlos al transcribir sus palabras. A diferencia de otros hermanos cineastas, caso de los Coen o los Wachowski, quienes se dividen claramente las tareas principales, los Dardenne discuten juntos sus películas, las escriben juntos, las filman juntos, las editan juntos. Incluso se han referido a ellos mismos como a "una persona con cuatro ojos".
Jean Pierre y Luc nacieron respectivamente en 1951 y 1954, y crecieron juntos en Liège y Seraing, dos pueblos industriales de Valonia, en Bélgica. Criados por una familia más bien humilde y de la clase trabajadora, Luc decidió estudiar filosofía y Jean-Pierre optó por el arte dramático en el Institut des arts de diffusion (IAD). Allí fue que conoció a Armand Gatti, poeta, documentalista y humanista que los embarcó en varios de sus proyectos, acercándolos por primera vez a la producción cinematográfica cuando tenían 18 y 20 años.
Durante los años setenta se vieron rodeados de una serie de cambios que transformarían su mundo inmediato: el pueblo de Seraing, sustentado por la industria siderurgica, vivió las huelgas generales, los cierres de fábricas y comercios, la llegada de los inmigrantes y la aparición de las mafias. Los Dardenne volvieron a dar con un sindicalista que habían entrevistado años antes, y que tras quedar desempleado se convirtió en un toxicómano y terminó preso. A su alrededor estaban ocurriendo cosas que pasaban desapercibidas al común de la gente, y comprendieron que debían documentarlas. En 1975 crearon su propia productora, Dérives Productions, con la que produjeron unos sesenta documentales hasta la fecha.
Su primer documental, Le chant du rossignol (1978) se centró en la resistencia contra los nazis durante la Segunda Guerra en Bélgica. En 1986 filmaron su primera película de ficción, Falsch, sobre una familia de judíos masacrada por los nazis, y luego Je pense à vous (1992) sobre un trabajador del acero que se convierte en un desempleado luego de una oleada masiva de despidos. Una película que sería descrita más adelante por ellos mismos como "una aventura lamentable", en la que no tuvieron control del rodaje ni del material. De cualquier manera, estas primeras obras suelen ser ignoradas hasta por ellos mismos.

Ascenso y consagración. Fue con La promesa (1996) que los Dardenne comenzaron a golpear fuerte. Los veinte años de práctica en el campo del documental no habían sido en vano y aquí ya pudo verse ese estilo realista, carente de música, de ritmo reposado pero de cámara nerviosa que los caracteriza. La película era interpretada por dos de quienes terminarían por convertirse en sus actores fetiche: los brillantes Olivier Gourmet y Jérémie Rénier, quien por entonces era un adolescente. Como en la casi totalidad de su obra, la acción se situaba en Seraing, y estaba centrada en la temática de los inmigrantes indocumentados y la explotación abusiva de la que eran objeto. Los Dardenne hacían foco en los marginados y lo seguirían haciendo de allí en adelante.
Si La promesa logró despertar la atención generalizada, la maravillosa Rosetta significó la prueba indiscutible de su grandeza y les permitió un ingreso privilegiado a las grandes ligas. La película ganó la Palma de oro en Cannes 1999 y la actriz adolescente Emilie Dequenne, en su primer papel, se llevó el premio a mejor interpretación femenina. Fue entonces que los directores comenzaron a asentar un estilo y una forma muy característica de filmar. El uso de la cámara desde una cercanía atípica, casi pegada al cuerpo de la protagonista, con sugestivos sonidos de fuera de campo y un enfoque cerrado que permite descubrir el entorno en la misma medida en que lo hace ella. Una aproximación que se toma sus tiempos para presentar los personajes y las situaciones, pero con movimientos de cámara que contribuyen a fomentar un estado de ánimo particular. La herencia Bressoniana se hizo aún más evidente, Rosetta podría interpretarse casi como una remake de la también insuperable y extraterrenal Mouchette (1967) y en la que también una preadolescente se veía forzada a madurar de golpe por culpa del entorno miserable que le ha tocado en suerte. Pero Bresson también está en la forma: se siente en la austeridad de la mirada, en las elipsis, en los cambios desconcertantes y abruptos. Esto último quizá sea una de las características más representativas del estilo de los hermanos: un montaje que impone saltos inesperados, propiciando la sensación de que cualquier cosa puede suceder, de que cualquier desenlace puede ser posible.
El éxito de Rosetta puso sobre el tapete una realidad acuciante de trabajo y explotación adolescente y motivó que en Bélgica se diseñara y se aprobara una ley laboral para proteger a los trabajadores jóvenes. Esta ley es conocida como "ley Rosetta". 

Una cierta incomodidad. El hijo (2002) es seguramente la película más hermética, más lenta, menos accesible de los hermanos y sin embargo, para algunos, la mejor. Un carpintero divorciado acepta como aprendiz a un joven, consciente de que es el asesino de su hijo, aunque este último no lo sabe. Una película que se basa en la ambigüedad de las intenciones del protagonista -en principio no sabemos si quiere vengarse o si está buscando ayudar al chico, y esa tensión atraviesa todo el metraje-. La trama de El niño (2005) ejemplifica claramente la clase de incomodidad que buscan los Dardenne. La película parte de una pareja de dieciocho y veinte años que acaba de tener un hijo. A poco de empezada, el padre, el protagonista, decide vender al bebé en el mercado negro. Esa exposición abrupta de una situación terrorífica y profundamente deplorable (pero asimismo indiscutiblemente real) es otro de los atributos de la obra de los Dardenne, y algo que los emparenta con otro de los cineastas más osados de la actualidad: el maestro surcoreano Lee Chang-dong (Peppermint candy, Oasis, Poesía para el alma). Los Dardenne buscan ese espacio en el que compartimos una experiencia con el personaje -la cercanía de la cámara juega a eso- pero sin que podamos identificarnos. Es aquí que surge la incomodidad y la reflexión obligada; la toma de posición. Los personajes de los Dardenne pueden vender a sus hijos, robar, traicionar a quienes los ayudaron, vengarse, usar al prójimo con fines terribles. Y es en esos movimientos que nos separamos de ellos, aunque a la vez busquemos, como nunca, mantenernos bien cerca de su recorrido.
La durísima El silencio de Lorna (2008) destapa dimensiones terribles vinculadas con la inmigración, y demuestra hasta qué punto detrás de la necesidad social existe gente inescrupulosa dispuesta a sacar provecho económico. La película supone ciertos cambios en la forma de filmar de los Dardenne, con la introducción de algunas notas musicales sobre el final -todo un desconcierto luego de noventa minutos de desapego- y también cierto alejamiento de la cámara con respecto a sus personajes, quienes son tomados, de a ratos, en planos generales. Este doble matiz se acrecienta aún más en El niño de la bicicleta. 

Libertad y redención. Los finales de los hermanos Dardenne merecerían un estudio aparte. En ellos se plantea una suerte de cierre provisional: la trama elemental se termina, pero no sabemos qué suerte correrán los personajes desde ese momento, y queda abierto un abanico de posibilidades a disposición. La redención puede ser posible, pero queda en manos de los protagonistas y de las circunstancias que sucedan de ahí en adelante. En el cine de los Dardenne los personajes parecen aprisionados por entornos insalubres, cercados por una cotidianeidad opresiva. Pero también son libres de elegir, y la posibilidad de la redención se encuentra en su capacidad para dar un paso hacia afuera, en hacer un esfuerzo para salirse de los torbellinos. Como bien dice el crítico Aníbal Perotti en su excelente análisis publicado en el sitio "Cinemarama", la forma en que los Dardenne concluyen sus películas "es también una elección política porque sin redención estaríamos ante una suerte de determinismo social, y en el universo de los Dardenne siempre hay una grieta por donde se puede filtrar la libertad."

Publicado en Brecha el 17/8/2012

2 comentarios:

Zuzan Zontag dijo...

Coincido plenamente, muy buena nota! Algunas no las vimos aún, vamos a intentar procurarlas...

Diego Faraone dijo...

Gracias querida! Sip, y te diría que todas mantienen prácticamente el mismo nivel de calidad. No te vas a arrepentir. Beso!