Así como Daniel Hendler o Ricardo Darín
son los rostros más representativos del mejor cine argentino reciente, César
Troncoso ocuparía ese lugar respecto al cine nacional, al estar presente en
varias de las más importantes y valiosas producciones de los últimos años. En
entrevista con "El Boulevard" se explayó acerca del cine uruguayo y la labor
interpretativa.
Como pocos, él ha sido parte de un
proceso de efervescencia del cine nacional. En su apartamento de Parque
Posadas, con una barba espesa y tomando café para paliar su ansiedad -está
dejando de fumar- Troncoso, de trato amigable, llano pero agudo, de respuestas
claras y bien nutridas supo contestar con calidad y altura las preguntas con
las que fue acometido.
-En la última década se ha dado un
auténtico boom en el audiovisual y en el cine uruguayo. ¿Vos creés que en este
momento exista una formación apropiada para actores respecto a lo
cinematográfico?
-No tengo muy claro qué se necesita
estrictamente para formar un actor dirigido a lo audiovisual, pero si te ponés
a mirar los rendimientos de los actores uruguayos en películas, son actores que
no necesitarían una especialización particular. Mirá por ejemplo 3, es
una película notablemente actuada, tenés
a Humberto de Vargas y Sara Bessio que tienen formación teatral, después tenés
a Néstor Guzzini que no sé de dónde venía pero sé que laburó con la BCG, lo mismo Esmoris,
protagonista de La Redota,
venía de la formación teatral y del carnaval. Lo mismo Roxanna Blanco. Son
gente de muy alto nivel. Con temas de formación creo que para un autor la mejor
herramienta es la formación teatral.
-Pero no hace mucho tiempo se señalaban como un defecto del cine nacional las actuaciones demasiado
"teatralizadas"...
-Yo creo que eso cambió, porque también
cambió el teatro. Había una escuela, la de Margarita Xirgu con el teatro Solís
como prototípico. Ahí tenés todos los palcos, veinte filas de butacas, se
requería un tipo de actor. Un actor que declamase y que proyectase su voz hacia
las últimas filas de la platea. Cuando se empieza a trabajar en espacios más
pequeños, menos convencionales, con otras lógicas, también van cambiando los
moldes, va cambiando la forma de actuación. Creo que hoy el actor es mucho más
descontracturado, pragmático, menos agarrado a los viejos códigos. El actor de
las generaciones más jóvenes conoce al cine, y su actuación entra en esos
códigos con facilidad. En definitiva, lo que una escuela de teatro te da ya es
actuación, y lo que vos hacer es graduar, acoplarte a los esquemas. Los malos
actores de teatro suelen ser malos actores de cine. Si vos trabajás con bobos
-en cualquier ámbito- siempre vas a tener algún tipo de problema. Si vos
trabajás con tipos que chapan al toque cuál es el código te va a ir mejor. Pasó
en El baño del Papa, Mario Silva y otros compañeros míos de Melo eran
tipos que no tenían prácticamente formación, pero después de la tercera vez que
los paraste frente a cámaras ya sabían pararse solos, sabían dónde tenían que
mirar, dónde estaba el micrófono.
-¿A quiénes considerarías como grandes
autores del cine nacional?
-Donde se percibe una marca autoral más
clara quizá sea en la gente de Control Z, con Stoll y Epstein a la cabeza, y
Gonzalo Delgado y Agustina Chiarino que también están por ahí; son los que
tienen un grupo de películas más perfiladas, me parece que ellos han instalado
una manera de hacer cine, compartible o no -viste que hay quilombo respecto a
mucha gente quejándose del tipo de películas que hacen- si bien hay varias
líneas directrices, está también el "Garza" (Adrián Biniez), Manolo
Nieto y el "Cote" (Federico) Veiroj -quien tiene una línea autoral
clarísima-; da la sensación de que tienen una orientación de laburo clara,
saben a donde van. En el resto de la gente es más difícil de determinar porque
Control Z ha logrado una serie de películas. Es más difícil de ver un autor en
otros directores porque están en sus primeras películas, y en muchos casos con
mucha discontinuidad o dificultad en continuar filmando.
-¿Y alguna promesa en la que confíes?
-Y... está Jeremías Segovia, con el que
hice un par de trabajos (T is for time, La mujer rota) y que
insinúa unas potencialidades que están buenas. También están los pibes de Rain
Dogs, Germán Tejeira y Julián Goyoaga, vienen laburando muy bien, están con Anina,
con el documental Roslick, sospechosamente rusos. Son de los más verdes
que tengo presente. Después está Alvaro Brechner, Mal día para pescar
fue un peliculón, y ahora está preparando su segundo largo, Kaplan, es
una persona en la que se puede confiar. Lo mismo Guille Casanova, que tiene un
par de proyectos pero sólo logró cuajar en los últimos años El viaje hacia
el mar. César Charlone también viene generando alguna cosa. Los niveles de
calidad en general acá son altos, y no es un territorio en el que cualquier
advenedizo pueda laburar. En general, si estás en el medio y tenés la
oportunidad de hacer segundas y terceras películas, es por algo.
-A vos te ha tocado interpretar una serie
de personajes queribles y entrañables (El baño del papa), y por otro
lado personajes más jodidos o cuestionables (Flacas vacas, Norberto
apenas tarde). ¿Con qué tipos de personaje te sentís más cómodo?
-Yo quiero hacer villanos. Si me dan a
elegir, quiero ser villano. Ahora en Brasil hice una película en la que me
matan de cuatro tiros, de esos que explotan en el pecho, ¿viste?, es un momento
de éxtasis absoluto. El personaje de Beto en El baño del Papa tampoco
era un personaje muy lineal, era entrañable y querible pero tenía sus agachadas
y sus dobleces, me parece que está bueno laburar en esos personajes que no son
planos o unidimensionales. Lo que no querría es trabajar sólo en personajes
populares, de barrio, sería encajar en un esquema que no aporta nada a nadie.
No me interesan. Me van los personajes con más vida, más vericuetos y
desarrollo.
-¿En este país se puede vivir de la
actuación?
-No, se puede vivir de zonas conexas. Una
cosa muy piola por ejemplo es tener una mujer que te traiga el sueldo a la casa
todos los meses (risas), pero bueno, no todo el mundo puede incurrir en
ese proxenetismo. A mí me está yendo bien porque metí una pata en Brasil y
logré cierta continuidad de trabajo allá, hice alguna película en Argentina.
Pero digamos que viviendo acá, para tener certezas y seguridades tendrías que
hacer otra cosa: dar clases, locuciones, Teatro en el aula, presentarte a
fondos. Generar una parafernalia para vivir en la zona, pero no vivirías
exactamente de la actuación. No es lo deseable estar generando proyectos a
troche y moche y a lo loco para poder bancarte. La gente de La comedia nacional
son una excepción, unos pocos que tienen un sueldo mensual y cierta
tranquilidad laboral.
Publicada en "El Boulevard", 8/2012.
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