Terror
para niños, y con contenido
La
compañía estadounidense de animación
Laika se presentó con las mejores credenciales: el corto Moongirl
(2005) y el largometraje Coraline y la
puerta secreta (2009), ambos dirigidos
por el ya veterano de la animación David Selick (El
extraño mundo de Jack, Jim y el durazno gigante).
Quizá como un legado de Selick, la compañía continuó
desempeñándose en la trabajosa técnica del stop-motion
-animación cuadro por cuadro, por lo general fotografiando muñecos
de plasticina-, y en una estética atractiva, retorcida y lúgubre.
Es verdad que esta película no comparte la pulcritud estilística
de Selick, sino que más bien apunta a muñecos toscos y
desagradables, a una desprolijidad deliberada más acorde a su
espíritu pop
y juvenil. Como en Coraline,
tampoco se omiten tramos especialmente oscuros y terroríficos, que
podrían ser inconvenientes para los niños más pequeños. En
ciertos países como Irlanda y Corea del Sur, la película fue
calificada para mayores de doce años, sin dudas una exageración –un
niño de ocho años está acostumbrado a ver constantemente cosas
mucho más terribles en televisión- pero de todos modos es un dato a
tener en cuenta.
Como
el niño de Sexto
sentido, Norman tiene una
particularidad: ve gente muerta, todo el tiempo. Cada vez que va al
colegio, va por el camino saludando a un montón de espectros, lo que
lleva a que sea visto como un chico raro entre sus pares, y que sea
objeto continuo de bullying.
Por otra parte, el barrio en que el tiene lugar la acción es el
ficcional Blithe Hollow, ubicado en la muy real Salem, en
Massachussets. Como en los verídicos episodios de ejecuciones de
brujas allí ocurridos, en Blithe Hollow, a fines del S. XVII fue
asesinada por la gente del pueblo una supuesta bruja, que aún
trescientos años después extiende una maldición por la cual un
puñado de muertos se levanta de sus tumbas. Al igual que en la
también notable y reciente Monster
house, el humor está bien logrado y
dosificado y se alterna con escenas de esmerado suspenso, abundan los
guiños cinéfilos y no hay villanos estereotipados: todos tienen sus
móviles, sus problemas y sus razones de ser.
Para
quienes dicen que las películas de género suelen ser superficiales,
vacuas o intercambiables, aquí se plantea nada menos que un
paralelismo entre el bullying
y las turbas adultas y violentas, son vinculados directamente con el
miedo a lo diferente y a lo desconocido, hay una suerte de reflexión
en torno a la venganza y las represalias y, de alguna manera, se
encauza todo este paquete con la historia de los Estados Unidos. No
es poco para un entretenimiento familiar.
Publicado en Brecha el 16/11/2012
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