Reconocimiento ascendente
Lo que se entiende como “cine
de género” (principalmente el terror, la ciencia ficción, la fantasía y los
thrillers) siempre ha sufrido transformaciones, y arrojó a lo largo de la
historia grandes películas. Pero recientemente se ha venido hablando de una
“nueva” división, por la cual determinadas películas entrarían en lo que se
denomina “elevated genre”; en criollo,“género elevado”.
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The Head Hunter (2018)
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The Head Hunter (2018), de
Jordan Downey, es una excelente película estadounidense, lograda con recursos
escasos, pero con una inventiva descomunal. Trata sobre un guerrero que, armado
con su espada y su pesada armadura, recorre parajes agrestes, persiguiendo al
monstruo que asesinó a su hija. Pero el abordaje es minimalista, quizá haya
solamente unas cuatro o cinco líneas de diálogo en toda la película y la acción
se concentra, casi sin excepciones, en el quehacer cotidiano de este caballero.
Para sorpresa (y decepción) de muchos espectadores, las batallas ocurren fuera
de campo, y sólo podemos deducir qué ocurrió en ellas por el estado anímico del
cazador, qué es lo que hace, cómo trata sus heridas, cómo dispone sus trofeos
en la cueva que utiliza como refugio. Es sorprendente la forma por la que todo
un universo fantástico va iluminándose a partir de pequeños detalles, tratados
concienzudamente desde una meticulosa puesta en escena.
Es ridículo pensar que una
película de estas características logre algún tipo de recaudación en las
taquillas comerciales o funcione con grandes públicos. Sin embargo, The Head
Hunter hizo un envidiable recorrido a través de festivales fantásticos,
cosechando premios en varios de ellos. Quizá estos sean los lugares naturales
de este tipo de cine, y el sitio donde se encuentra a un público “receptivo” a
propuestas así de diferentes. Sitges, festival de referencia en lo que
concierne a cine fantástico* ya tiene una sección dedicada específicamente a
este tipo de películas: “Noves visions” la cual reúne títulos que “apuestan
por la experimentación, los nuevos lenguajes y formatos y la hibridación de
géneros”.
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Bones and All (2022)
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Si contamos la sinopsis de la
recientemente estrenada Hasta los huesos, de Luca Guadagnino, podríamos
pensar que es una “de terror”. Básicamente, una historia de adolescentes
caníbales que salen a la ruta, matan gente y se sumergen en unos cuantos
festines gore. Pero esta película también reúne varias características
que permiten encasillarla dentro de lo que se considera últimamente como
“terror elevado”: en primer lugar, una factura técnica sobresaliente, con
grandes despliegues en la dirección de arte y la fotografía. Segundo,
actuaciones notables, algo más bien difícil de encontrar en las películas ordinarias
del género. En tercer lugar, un libreto esmerado en esbozar perfiles
psicológicamente densos, y conflictos humanos creíbles. Cuarto: pretensiones
poéticas y artísticas evidentes. Y por último: un contenido fuertemente
alegórico.
Pero quizá la característica más
relevante de todas sea que estas películas no están concebidas como un mero
espectáculo, y que por tanto no despliegan sus baterías hacia lo que en el mainstream
se entiende como clímaxes convencionales; hacia los sobresaltos, las escenas de
acción, las batallas, los enfrentamientos épicos o las catarsis gore. Estos
ítems pueden llegar a estar presentes, pero serían un elemento más bien
circunstancial o accesorio para inquietudes personales que se busca plasmar y
transmitir.
Tiene sentido que directores que
hoy tienen cuarenta o cincuenta años y que nutrieron su adolescencia con
Spielberg, Zemeckis, Cameron, Paul Verhoeven, Wes Craven, Joe Dante, John
McTiernan y Harold Ramis sean apasionados del cine de géneros. Pero también lo
tiene que hoy planteen propuestas más maduras, acordes con las inquietudes que
viven y atraviesan, y que no se queden estancados en aquel universo nostálgico.
Este cine de géneros “elevado” y “de autor” tiene notables exponentes en todo
el mundo, incluido Latinoamérica. En Argentina, películas como Muere
monstruo muere, de Alejandro Fadel, El prófugo, de Natalia Meta, Cielo rojo (gigantes de metal) de Marcelo Leguiza, Historia de lo oculto, de Cristian Ponce, El eslabón podrido y El apego, de Javier Diment, o
cualquiera de las logradas por la talentosa Jimena Monteoliva (Clementina,
Matar a un dragón, Bienvenidos al infierno) entrarían
tranquilamente en la categoría. En Brasil, la cineasta Juliana Rojas sobresale
con una producción intachable: Trabalhar cansa, Sinfonía de la
Necrópolis y Las buenas maneras son títulos difícilmente superables,
en los que se vale de hombres lobo, zombies y monstruos para generar historias
conmovedoras y reflexivas. En Uruguay no hemos visto aún largometrajes con
estas características, pero sí cortometrajes: Jeremías Segovia se desempeña
notablemente en este registro, con títulos como T is for Time, La mujer rota
y La hora azul, y lo mismo puede decirse respecto a Lucía Garibaldi y los
inquietantes Negra y En busca del obsesor.
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Der Nachtmahr (2015) |
No han sido pocos los cineastas
que han utilizado recientemente seres monstruosos como metáfora de sentimientos
ocultos, enquistados y pútridos, y esto puede verse en grandes películas como
la brasileña Trabalhar cansa, la mexicana La región salvaje, de
Amat Escalante, la alemana Der Nachtmahr, de Achim Bornhak y varias
otras. Es probable que estos cineastas no hayan intercambiado ideas entre sí ni
visto las producciones de sus colegas de otros continentes; se vuelve evidente que
en el imaginario ya se ha instalado el fantástico como vehículo para expresar,
mejor que de ninguna otra manera, ideas íntimas y personales.
A24 es una productora
independiente, que desde hace años se destaca como una de las más importantes
factorías de cine de calidad de Estados Unidos. Varios de los más importantes
directores de la actualidad, como Kelly Reichardt, Sean Baker, los hermanos
Safdie o Joanna Hogg producen y distribuyen de la mano de A24. Pero lo más
interesante es cómo en los últimos años la productora se ha ido alineado con
este cine de géneros tan peculiar, impulsando películas del argentino Gaspar
Noé (Climax) o el griego Giorgos Lanthimos (La langosta, La matanza
de un ciervo sagrado), y propulsando las carreras de grandes talentos del
cine de terror actual como Ari Aster (Hereditary, Midsommar), y
Robert Eggers (La bruja, El faro), o de la fantasía como David
Lowery (A Ghost Story, The Green Knight). Otros títulos
sobresalientes de A24 son la espectacular Men, de Alex Garland, la
terrorífica Saint Maud, de Rose Glass, el thriller extremo Green
Room, de Jeremy Saulnier, y la muy lograda e inteligente X, de Ti
West. Al día de hoy, muchos identifican a la productora con el elevated
genre, y por cierto, buena parte de los adeptos al cine de géneros más mainstream
y convencional se apuran a descalificarlo como un cine soporífero y aburrido.
Es sumamente interesante cómo
esta creciente producción ha ido generando resistencias. La sola existencia de
un rótulo específico para definirla ha provocado reacciones adversas de todo
tipo, y algunos analistas han señalado -no sin razón- que el cine de géneros
siempre presentó películas jugadas, diferentes y descomunales -es decir,
“elevadas”- y claro, ahí están El gabinete del Dr. Caligari, Metrópolis,
Vampyr, Vértigo, Psicosis, El bebé de Rosemary, 2001
odisea del espacio, Posesión y Don’t Look Now, como pruebas
irrefutables. De hecho, sería muy difícil establecer con claridad dónde se
origina este elevated genre, o cómo se fija como una nueva tendencia.
Pero es muy probable que el canadiense David Cronenberg tenga algo que ver, ya
que transita un sugerente body-horror desde hace años, que el austríaco Michael
Haneke, quien ha sabido jugar con los géneros para lograr varias de las mejores
películas de las últimas décadas (Funny Games, Caché y La
cinta blanca) también haya tenido su peso, y que otro tanto ayudó el
coreano Bong Joon-ho (Memories of a Murder, The Host). El
reconocimiento internacional a estos cineastas parecer haber abierto, en este
sentido, unos cuantos caminos.
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Saint Maud (2019) |
Otros grandes exponentes del
género elevado de la actualidad son el laureado director estadounidense Jordan
Peele (Get Out, Us, Nope!), la australiana Jennifer Kent (The
Babadook, The Nightingale), el ruso Kirill Sokolov (Why Don’t You
Just Die?, No Looking Back), la neozelandesa Rosanne Liang (Do No
Harm, Shadow in the Cloud), y por supuesto, la francesa Julia
Ducournau, nada menos que la ganadora de la palma de oro, mayor galardón de
Cannes, por su incalificable Titane. Sirvan o no los rótulos, claro está
que sólo aparecen cuando algo importante está sucediendo.
*En rigor, los festivales de cine
“fantástico” suelen tener entre sus propuestas no sólo películas de fantasía y
terror, sino también de acción, de artes marciales, spaghetti westerns y hasta
películas de autor apenas vinculada con lo propiamente fantástico por una o dos
escenas.
Publicado en Brecha el 27/12/2022