viernes, 30 de diciembre de 2022

Cine de género “elevado”

Reconocimiento ascendente

Lo que se entiende como “cine de género” (principalmente el terror, la ciencia ficción, la fantasía y los thrillers) siempre ha sufrido transformaciones, y arrojó a lo largo de la historia grandes películas. Pero recientemente se ha venido hablando de una “nueva” división, por la cual determinadas películas entrarían en lo que se denomina “elevated genre”; en criollo,“género elevado”.

The Head Hunter (2018)

The Head Hunter (2018), de Jordan Downey, es una excelente película estadounidense, lograda con recursos escasos, pero con una inventiva descomunal. Trata sobre un guerrero que, armado con su espada y su pesada armadura, recorre parajes agrestes, persiguiendo al monstruo que asesinó a su hija. Pero el abordaje es minimalista, quizá haya solamente unas cuatro o cinco líneas de diálogo en toda la película y la acción se concentra, casi sin excepciones, en el quehacer cotidiano de este caballero. Para sorpresa (y decepción) de muchos espectadores, las batallas ocurren fuera de campo, y sólo podemos deducir qué ocurrió en ellas por el estado anímico del cazador, qué es lo que hace, cómo trata sus heridas, cómo dispone sus trofeos en la cueva que utiliza como refugio. Es sorprendente la forma por la que todo un universo fantástico va iluminándose a partir de pequeños detalles, tratados concienzudamente desde una meticulosa puesta en escena.

Es ridículo pensar que una película de estas características logre algún tipo de recaudación en las taquillas comerciales o funcione con grandes públicos. Sin embargo, The Head Hunter hizo un envidiable recorrido a través de festivales fantásticos, cosechando premios en varios de ellos. Quizá estos sean los lugares naturales de este tipo de cine, y el sitio donde se encuentra a un público “receptivo” a propuestas así de diferentes. Sitges, festival de referencia en lo que concierne a cine fantástico* ya tiene una sección dedicada específicamente a este tipo de películas: “Noves visions” la cual reúne títulos que “apuestan por la experimentación, los nuevos lenguajes y formatos y la hibridación de géneros”. 

Bones and All (2022)

Si contamos la sinopsis de la recientemente estrenada Hasta los huesos, de Luca Guadagnino, podríamos pensar que es una “de terror”. Básicamente, una historia de adolescentes caníbales que salen a la ruta, matan gente y se sumergen en unos cuantos festines gore. Pero esta película también reúne varias características que permiten encasillarla dentro de lo que se considera últimamente como “terror elevado”: en primer lugar, una factura técnica sobresaliente, con grandes despliegues en la dirección de arte y la fotografía. Segundo, actuaciones notables, algo más bien difícil de encontrar en las películas ordinarias del género. En tercer lugar, un libreto esmerado en esbozar perfiles psicológicamente densos, y conflictos humanos creíbles. Cuarto: pretensiones poéticas y artísticas evidentes. Y por último: un contenido fuertemente alegórico.

Pero quizá la característica más relevante de todas sea que estas películas no están concebidas como un mero espectáculo, y que por tanto no despliegan sus baterías hacia lo que en el mainstream se entiende como clímaxes convencionales; hacia los sobresaltos, las escenas de acción, las batallas, los enfrentamientos épicos o las catarsis gore. Estos ítems pueden llegar a estar presentes, pero serían un elemento más bien circunstancial o accesorio para inquietudes personales que se busca plasmar y transmitir.

Tiene sentido que directores que hoy tienen cuarenta o cincuenta años y que nutrieron su adolescencia con Spielberg, Zemeckis, Cameron, Paul Verhoeven, Wes Craven, Joe Dante, John McTiernan y Harold Ramis sean apasionados del cine de géneros. Pero también lo tiene que hoy planteen propuestas más maduras, acordes con las inquietudes que viven y atraviesan, y que no se queden estancados en aquel universo nostálgico. Este cine de géneros “elevado” y “de autor” tiene notables exponentes en todo el mundo, incluido Latinoamérica. En Argentina, películas como Muere monstruo muere, de Alejandro Fadel, El prófugo, de Natalia Meta, Cielo rojo (gigantes de metal) de Marcelo Leguiza, Historia de lo oculto, de Cristian Ponce, El eslabón podrido y El apego, de Javier Diment, o cualquiera de las logradas por la talentosa Jimena Monteoliva (Clementina, Matar a un dragón, Bienvenidos al infierno) entrarían tranquilamente en la categoría. En Brasil, la cineasta Juliana Rojas sobresale con una producción intachable: Trabalhar cansa, Sinfonía de la Necrópolis y Las buenas maneras son títulos difícilmente superables, en los que se vale de hombres lobo, zombies y monstruos para generar historias conmovedoras y reflexivas. En Uruguay no hemos visto aún largometrajes con estas características, pero sí cortometrajes: Jeremías Segovia se desempeña notablemente en este registro, con títulos como T is for Time, La mujer rota y La hora azul, y lo mismo puede decirse respecto a Lucía Garibaldi y los inquietantes Negra y En busca del obsesor.  

Der Nachtmahr (2015)

No han sido pocos los cineastas que han utilizado recientemente seres monstruosos como metáfora de sentimientos ocultos, enquistados y pútridos, y esto puede verse en grandes películas como la brasileña Trabalhar cansa, la mexicana La región salvaje, de Amat Escalante, la alemana Der Nachtmahr, de Achim Bornhak y varias otras. Es probable que estos cineastas no hayan intercambiado ideas entre sí ni visto las producciones de sus colegas de otros continentes; se vuelve evidente que en el imaginario ya se ha instalado el fantástico como vehículo para expresar, mejor que de ninguna otra manera, ideas íntimas y personales.

A24 es una productora independiente, que desde hace años se destaca como una de las más importantes factorías de cine de calidad de Estados Unidos. Varios de los más importantes directores de la actualidad, como Kelly Reichardt, Sean Baker, los hermanos Safdie o Joanna Hogg producen y distribuyen de la mano de A24. Pero lo más interesante es cómo en los últimos años la productora se ha ido alineado con este cine de géneros tan peculiar, impulsando películas del argentino Gaspar Noé (Climax) o el griego Giorgos Lanthimos (La langosta, La matanza de un ciervo sagrado), y propulsando las carreras de grandes talentos del cine de terror actual como Ari Aster (Hereditary, Midsommar), y Robert Eggers (La bruja, El faro), o de la fantasía como David Lowery (A Ghost Story, The Green Knight). Otros títulos sobresalientes de A24 son la espectacular Men, de Alex Garland, la terrorífica Saint Maud, de Rose Glass, el thriller extremo Green Room, de Jeremy Saulnier, y la muy lograda e inteligente X, de Ti West. Al día de hoy, muchos identifican a la productora con el elevated genre, y por cierto, buena parte de los adeptos al cine de géneros más mainstream y convencional se apuran a descalificarlo como un cine soporífero y aburrido.

Es sumamente interesante cómo esta creciente producción ha ido generando resistencias. La sola existencia de un rótulo específico para definirla ha provocado reacciones adversas de todo tipo, y algunos analistas han señalado -no sin razón- que el cine de géneros siempre presentó películas jugadas, diferentes y descomunales -es decir, “elevadas”- y claro, ahí están El gabinete del Dr. Caligari, Metrópolis, Vampyr, Vértigo, Psicosis, El bebé de Rosemary, 2001 odisea del espacio, Posesión y Don’t Look Now, como pruebas irrefutables. De hecho, sería muy difícil establecer con claridad dónde se origina este elevated genre, o cómo se fija como una nueva tendencia. Pero es muy probable que el canadiense David Cronenberg tenga algo que ver, ya que transita un sugerente body-horror desde hace años, que el austríaco Michael Haneke, quien ha sabido jugar con los géneros para lograr varias de las mejores películas de las últimas décadas (Funny Games, Caché y La cinta blanca) también haya tenido su peso, y que otro tanto ayudó el coreano Bong Joon-ho (Memories of a Murder, The Host). El reconocimiento internacional a estos cineastas parecer haber abierto, en este sentido, unos cuantos caminos.

Saint Maud (2019)

Otros grandes exponentes del género elevado de la actualidad son el laureado director estadounidense Jordan Peele (Get Out, Us, Nope!), la australiana Jennifer Kent (The Babadook, The Nightingale), el ruso Kirill Sokolov (Why Don’t You Just Die?, No Looking Back), la neozelandesa Rosanne Liang (Do No Harm, Shadow in the Cloud), y por supuesto, la francesa Julia Ducournau, nada menos que la ganadora de la palma de oro, mayor galardón de Cannes, por su incalificable Titane. Sirvan o no los rótulos, claro está que sólo aparecen cuando algo importante está sucediendo.


*En rigor, los festivales de cine “fantástico” suelen tener entre sus propuestas no sólo películas de fantasía y terror, sino también de acción, de artes marciales, spaghetti westerns y hasta películas de autor apenas vinculada con lo propiamente fantástico por una o dos escenas.

Publicado en Brecha el 27/12/2022

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