Humanidad escondida
La introducción es abrupta: un delincuente se fuga en su auto y, luego de unos cuantos infortunios, es asesinado por una extraña criatura del bosque. Luego de estas primeras escenas, la perspectiva y el eje de la película cambian radicalmente, ubicándose en una situación atípica. La protagonista pasa a ser ahora esa criatura monstruosa, un ser con la cara destrozada, con grandes habilidades para camuflarse en el bosque, escabullirse y exterminar, y que se alimenta de carne humana para sobrevivir. Podría pensarse en un comienzo que se trata de un zombi (además uno particularmente desagradable de ver), pero pronto descubriremos que es inteligente, capaz de razonar, empatizar con el otro y hasta hablar. También caeremos en la cuenta de que pertenece al sexo femenino y que tiene un nombre propio: Mina.
Viviendo en comunión con la naturaleza y a la caza de aquellos curiosos que se internan en el bosque –a menudo gente fascinada por historias sobre la terrorífica leyenda local–, la existencia de Mina es alienante y, evidentemente, antisocial. Pero su vida da un verdadero vuelco cuando se encuentra fortuitamente con Alex, un niño ciego. Mina de pronto ve en él a un semejante, y enseguida comprende que el muchacho, además de haber sido secuestrado y separado de su familia, fue víctima de horribles abusos. Mina no puede dejar de identificarse con él, y en vez de matarlo decide ampararlo y protegerlo, como si se tratase de un hermano menor.
Así se desarrolla esta atractiva historia en la que el espectador pronto comprenderá que la deformidad y la deshumanización de Mina no son literales sino más bien metafóricas. Así, su violencia podría ser la inercia resultante de una disposición defensiva ante el mundo, y la consecuencia lógica de un dolor enquistado y profundo que se expresa en una furia incontenible. Flashbacks de su vida adolescente, cuando contaba con un cuerpo “normal”, dan cuenta de la clase de iniquidades que la llevaron a esa situación.
La estética es austera, bella y opresiva; un frondoso bosque que ambienta la mayor parte del metraje facilita la inmersión en tan peculiar y retorcido cuento de hadas. Si bien hay merecidos méritos en el diseño de arte y en el maquillaje, sobresale especialmente la interpretación de la adolescente Nadia Alexander como protagonista, quien da la nota sugiriendo un inquietante torbellino emocional. El joven debutante Justin P Lange, director y autor de esta producción austríaco-canadiense, demuestra una solidez atípica, tanto a nivel de ritmo y montaje como en la madurez de su historia. La dupla protagonista va siendo dotada paulatinamente de humanidad, y la cámara los acompaña con creciente calidez. Finalizada la película, podremos comprender que también la ceguera del chico podría ser interpretada como una metáfora.
La estética es austera, bella y opresiva; un frondoso bosque que ambienta la mayor parte del metraje facilita la inmersión en tan peculiar y retorcido cuento de hadas. Si bien hay merecidos méritos en el diseño de arte y en el maquillaje, sobresale especialmente la interpretación de la adolescente Nadia Alexander como protagonista, quien da la nota sugiriendo un inquietante torbellino emocional. El joven debutante Justin P Lange, director y autor de esta producción austríaco-canadiense, demuestra una solidez atípica, tanto a nivel de ritmo y montaje como en la madurez de su historia. La dupla protagonista va siendo dotada paulatinamente de humanidad, y la cámara los acompaña con creciente calidez. Finalizada la película, podremos comprender que también la ceguera del chico podría ser interpretada como una metáfora.
La película fue pensada originalmente para ser filmada en Austria con diálogos en alemán, pero su producción dio un vuelco y acabó rodándose al norte de Ontario, en Canadá, y hablada en inglés. Como con tantas otras películas independientes recientes, la necesidad de recaudar fondos, de establecer acuerdos de coproducción y de garantizar la llegada a grandes públicos obliga a los autores a abandonar su idioma original y volcarse por este idioma “universal”, lo que es sin dudas una pena, ya que es posible que en el proceso se hayan perdido valiosos rasgos identitarios.
Sin embargo, en este caso este incidente no parecería hacer mella, ya que la película fluye notablemente, con logradas atmósferas y climas. The Dark es un cine de terror atípico, que no busca el susto fácil ni los excesos gratuitos, sino incomodar, escarbar y profundizar en ciertas características humanas, moviendo al espectador a una posterior reflexión.
Publicado en Brecha el 11/12/2018
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