viernes, 16 de agosto de 2019

La viuda (Greta, Neil Jordan, 2019)

No confíes en extraños 


¿Por qué será que actrices del porte de Isabelle Huppert y Chloë Grace Moretz se prestan para este tipo de producciones? Quizá la respuesta se deba a varios factores, entre los cuales la inercia y la necesidad de trabajar en lo que sea con tal de no desaparecer tengan su debido peso, aunque también es probable que hayan pensado que al trabajar para el veterano director irlandés Neil Jordan (cuyas películas más memorables son El juego de las lágrimas y Entrevista con el vampiro, ambas filmadas hace más de veinte años) quedarían en buenas manos. Lo cierto es que Jordan nunca fue del todo bueno, que tampoco ha mejorado últimamente, y que además hoy pareciera volcado a una seguidilla de producciones intrascendentes, al igual que otros tantos directores otrora importantes como Oliver Stone, Luc Besson o Roman Polanski. 
La protagonista aquí es Frances (Moretz) una muchacha que, tras la muerte de su madre, se muda a Manhattan. Al encontrarse con un bolso extraviado en el metro, decide devolvérselo a su propietaria, Greta (Huppert), una viuda solitaria que la recibe en su casa con gratitud y entusiasmo. A partir de ese encuentro, aparentemente fortuito, ambas comienzan a construir un estrecho vínculo, hasta que una revelación súbita resignifica la relación. Ni bien la muchacha decide distanciarse, comienzan los problemas; la película echa mano al tópico del stalker o acosador, una constante en el cine de las décadas de los 80 y 90, con una protagonista perseguida y asediada hasta en la intimidad, aunque en este caso con una inverosimilitud creciente. Se vuelve necesario hacer una suspensión de la incredulidad cada vez mayor: en una escena de una persecución la acosadora saca fotos a otra muchacha sin que esta pueda verla (a pesar de estar a unos pocos metros), y en varias circunstancias hay personajes que van a lugares peligrosos sin avisarle a nadie o comunicarse entre ellos. El libreto también hace agua desde el punto de vista de la credibilidad de los caracteres, con una villana tan malvada y demente que asesina hasta a su propio perro y una protagonista que supuestamente es inteligente pero hace cosas demasiado estúpidas. Hay una música estridente que subraya los momentos de tensión, demostrando la falta de confianza del realizador en su propia puesta en escena y su capacidad de explicarse por sí misma. 
 En un momento clave, la compañera de apartamento de Frances, tras ver el estrecho vínculo que ésta comienza a tener con Greta, la cuestiona, le señala que no es “normal” relacionarse con desconocidas cuatro décadas mayores y que tendría que frecuentar más a la gente de su edad. Es el momento en que ella se pone firme y, con buena razón, le pide que se meta en sus asuntos, pero la película acaba demostrando en los hechos que su amiga tenía razón al ser desconfiada, que las señoras solitarias pueden ser peligrosísimas y que para qué salirse de las áreas de confort que imponen la cercanía, el rango etario y el conocimiento escrupuloso y cabal del prójimo.

Publicado en Brecha el 9/8/2019

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