jueves, 23 de julio de 2020

El valor de una mujer (Nome di donna, Marco Tulio Giordana, 2018)

Cine-modelo


Cristiana Capotondi, quien interpreta a Nina, la protagonista de esta película, fue una de las firmantes, junto a otro centenar de actrices, de un documento llamado “Dissenso comune” en el que fue denunciado el acoso sexual como un fenómeno transversal, sistemático y enquistado en el mundo del espectáculo italiano. En el texto apuntaron sus baterías a una cultura que utiliza a las actrices para el deseo masculino, sexualizándolas constantemente. Coherentemente con esta acción, la protagonista supone un ejemplo a seguir respecto a ciertas realidades de acoso sexual laboral. Se trata de una mujer que comienza a trabajar como empleada doméstica en el Instituto Baratta, una residencia de ancianos ubicada en los vistosos campos de Lombardía, y administrada en parte por la iglesia católica. Parece un trabajo tranquilo y especialmente conveniente por los beneficios sociales que facilita, incluyendo alojamiento y educación para su hija. Pero la limosna es grande y Nina hace bien en desconfiar desde el primer momento.
Lo interesante es el hecho de que el libreto no opte por exponer una violación consumada sino un intento frustrado, un abuso sexual que sólo acontece una vez (al menos hacia la protagonista). De esta manera, la película cumple a la perfección cierto rol pedagógico, convirtiéndose en material ideal para instruir sobre el acoso sexual, sobre el porqué de los silencios generalizados que suelen generarse en torno, y sobre la necesidad de confrontar y denunciar. Ante la posibilidad de abandonar el trabajo o acudir a la justicia, la protagonista opta por el segundo camino, el que parecería más arduo, inflexible ante la idea de ceder terreno debido a una injusticia y abandonar un puesto de trabajo que se ganó y que desempeña a gusto. Siguiendo esta lógica de modelo de conducta, la película atraviesa entonces un devenir bastante predecible y hasta panfletario. Por supuesto, panfletos los hay buenos y malos, así como toda la gama intermedia. Pero aquí los mayores problemas acontecen pasada la primera mitad del metraje, cuando las partes van a juicio y la historia comienza a avanzar precipitadamente, como si el director Marco Tulio Giordana hubiese debido eliminar varias escenas en la sala de montaje, ajustando así el metraje a una duración escueta, convencional y televisiva.
El resultado es cambiante, pero positivo de a ratos. Decía Hitchcock que cuanto mejor los villanos, mejores las películas, y aquí lo mejor de lejos son dos personajes sumamente desagradables, por un lado, un sacerdote soberbio y dedicado al encubrimiento sistemático, y por otro, el violador serial y director de la institución, quien durante la agresión a la protagonista gargajea frases como “mirá lo que me estás haciendo” (refiriéndose a su erección) y “mirá lo que me estás haciendo hacer” (refiriéndose a apretar su cuerpo contra el de ella). Los grandes actores Valerio Binasco y Bebo Storti cumplen bien con su cometido de ser esencialmente odiosos.

Publicado en Brecha el 3/7/2020.

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