sábado, 11 de junio de 2011

Enter the void (Gaspar Noé, 2009)

Un fantasma que recorre oriente


Éste debe de ser el primer largometraje del director argentino radicado en Francia Gaspar Noé que puede verse sin temor. Es lógico que luego de las traumáticas experiencias de Sólo contra todos e Irreversible haya muchos que no quieran ni acercarse a su obra, pero cierto es que aquí la violencia no llega a los intolerables parámetros de los precedentes, y queda claro que no existe por parte de Noé una búsqueda tan deliberada de la indigesta y el shock.
Desde su mismo inicio, Enter the void es una experiencia inigualable. Los estridentes sonidos electrónicos de Daft punk se coordinan con grandes letras multicolores que titilan como luces estroboscópicas sobre un fondo negro, causando conmoción. En ese comienzo todos los créditos –los que normalmente aparecen al final- se suceden a una velocidad inusitada, sin que se pueda leer lo que dicen ni haciendo el esfuerzo. No recomendable para espectadores epilépticos, ese impactante comienzo ya da buenos indicios de que esta película va a escapar a cualquier cosa vista con anterioridad. Y es una idea que se continúa sin pausas hasta el final de la película.
Enter the void nos lleva, literalmente, a ver el mundo desde la perspectiva de un muchacho de unos veinte años. La cámara se ubica donde estaría su óptica, se reproducen sus parpadeos; si cierra los ojos por un rato la pantalla se torna oscura. El chico, además de ser un dealer, es un drogadicto. Y desde la primera escena empieza a consumir sustancias: DMT -dimetiltriptamina, para muchos, la droga más potente del mundo- y píldoras de GHB –Gamahidroxibutirato, un psicotrópico sedante-, y se mueve en un mundo en que el éxtasis y la cocaína fluyen como el agua. Es así que el espectador es llevado a colocarse en su psiquis durante sus viajes lisérgicos. Se entra al vacío, a un mundo alucinante donde abundan las imágenes abstractas y formas sugerentes que refulgen en un colorido cambiante. Sólo comparables a las más voladas escenas de 2001: odisea del espacio y a algunas de The fountain de Darren Aronofsky, estos pequeños clips dan muestras de la inagotable imaginación audiovisual del director. No es conveniente contar una de las sorpresas iniciales del guión, por lo que es mejor nombrar solamente que la película propone una historia de pactos de sangre, incesto, traición, muerte y resurrección, que se traza un interesantísimo cruce entre oriente y occidente –los protagonistas son norteamericanos instalados en Japón- que hay flashbacks permanentes y saltos temporales, y que abundan las escenas de alto contenido sexual. Que un fantasma deambula contemplando el mundo de los vivos y su propia vida, y que El Libro tibetano de los muertos es el sustento literario para una experiencia mística mayor.


Con Gaspar Noé ocurrió lo mismo que con el también maldito Carlos Reygadas. Ambos se dieron a conocer con dos películas incómodas y revulsivas, (Reygadas con Japón y Batalla en el cielo) ambos fueron tildados de terroristas y asusta-viejas -Reygadas por su atípico contenido sexual y Noé por su uso de la violencia extrema-, y la crítica en general no supo si tomarlos en serio ni qué hacer con ninguno de ellos. Pero con sus impactantes terceras películas, Luz silenciosa y Enter the void, taparon la boca de todo el mundo y se hizo imposible seguir ignorándolos. Gracias a una inagotable batería de recursos, Noé logra aquí planos secuencias imposibles –se recomienda especialmente acercarse también a los notables cortos y videoclips que dirigió, disponibles en Internet, en los que experimenta con efectos visuales portentosos - y conjuga animación digital con filmación real sin perder la unidad estética ni que se sienta el cambio o el artificio en ningún momento.
Como no podía ser de otra manera, la alucinada inmersión propuesta por Noé se convierte prontamente en un mal viaje, en una pesadilla, dando forma a una imprescindible, tentadora, adictiva y polimorfa odisea; un onírico trozo de muerte de dos horas y media, que pide a gritos ser estrenado en el cine.


Publicado en Brecha el 10/6/2011

6 comentarios:

HateLove dijo...

Pues a mí me resulto la película mas difícil de digerir de Gaspar Noé, esas transiciones psicodélicas consiguieron sacarme de quicio.

Además vi la versión “el montaje del director” que no se cuantas miles de horas duraba…

Saludos!

Diego Faraone dijo...

Hola Hatelove! Mirá vos, qué curioso. Es verdad que hay dos versiones, y que se estrenó en algunos cines de Estados Unidos con 17 minutos menos. Yo vi la versión larga y es la que recomiendo. La peli no me aburrió en lo absoluto, lo que sí sugeriría es averiguar si existe la posibilidad de verla en un cine y, de ser así, aprovechar para verla en pantalla grande.

No se puede estar de acuerdo siempre! Un gran abrazo.

Alvaro G. Loayza dijo...

Diego, yo ya tuve suficiente de Noe, me parece que su propuesta no sólo es vana, sino profundamente estéril, de ahí que salte con voracidad a leer tu comentario y pintas la película como algo sumamente atractivo y hasta me tientas a verla, pero como te dije, ya tuve suficiente de un personaje en el mundo del cine y son poquitísimos, que me causa desprecio. No así Reygadas, que me parece que tiene una propuesta atrevida pero con mucha más contenido y sentido. Un abrazo desde La Paz.

Diego Faraone dijo...

Alvarooo tantos años! Gracias por expresar también tu desacuerdo. En fin, es lo que suele despertar Noé.
Te mando un gran abrazo.

Rocklando dijo...

no he visto la primer pelicula de gaspar, pero esta se me hizo igual de incomoda o más que irreversible,
lo bueno de esta pelicula es que nunca vi un mejor efecto de dmt llevada a video en mi vida
pero la historia es demasiado incomoda

Rocklando dijo...

la pelicula se me hizo igual de incomoda o más que irreversible,
lo bueno de la pelicula son los efectos del dmt, nunca en mi vida habia visto un ejemplo tan bien hecho de lo que pasa en el cerebro de una persona con algun psicodelico encima, pero la historia se me hizo muy incomoda